Capítulo 10

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Arturo

El día de mi graduación estuvo toda mi familia. Mis padres, mi hermana, mis tíos y mis primos. Incluso Alex a quien todavía no quería dirigirle la palabra.

Mamá era la más emocionaba. Cuando fui a recoger mi título se puso de pie entre la multitud, fue tan incómodo que quería morirme. Pero de alguna forma estaba agradecido de que no se hubiera enterado que estuve en la fiesta, aunque de ser así no habría hecho ese show.

Papá quiso llevarnos a un restaurante para celebrar y también invitó a mis tíos con sus hijos. Creo que prefería que estuviéramos sólo los cuatro, porque el esposo de mi tía Sara no dejó de hablar de fútbol en toda la cena. Hablaba casi que con él mismo, el único que le seguía la corriente era Dennis. Mi tío Arnold, el pastor, y su esposa, no dejaban de hablar de Alex y su nueva etapa en el instituto bíblico. Nadie me mencionó, tuve que distraerme con la plática sobre series adolescentes de Adri. Ese fue mi gran regalo, de hecho esperaba menos. Quería quedarme en casa después de la ceremonia.

Al menos la obra de teatro navideña fue todo un éxito, vino mucha gente de otras iglesias y personas nuevas también. La actuación de Ester como María fue asombrosa, en realidad ella lo era. Mi tío el pastor me felicitó y me dijo que por qué no lo había intentado antes. Bueno, antes no importa, creí que era bueno en algo y en realidad no.

Los padres de Joshua sí le celebraron una fiesta por su graduación, quería que yo estuviera, así que fui. Sin permiso de mis padres, claro, no me hubieran dejado ir. Era una fiesta más normal que las otras, había gente adulta, amigos de sus padres y no había alcohol.  De hecho también invité a Dennis, a él si le agradaba Joshua. Lo mejor de todo es que compartimos juntos.

Había decidido estudiar Derecho, cuando le dije a Ester que tal vez sería abogado, no era en serio, pero después pensé bien y sabiendo que casi no quedaba tiempo, me decidí por eso.  A mi madre le encantó la idea, a mi padre no le importó mucho, lo mejor es que me habían dado la beca, mis notas de la escuela eran muy buenas y fue muy fácil, solo tenía que seguir en esa línea.

No había ido a la iglesia los últimos días, le había dicho a mis padres que tenía asuntos de la universidad que arreglar. La verdad es que ya estaba todo arreglado.

Quise ir al menos al último servicio antes de irme. Era el primer servicio del año, así que habría santa cena. Siempre me había correspondido organizarla a mí, comprar el vino, buscar el pan y tenerlo listo para la hora del servicio, incluso orar cuando ya estuviera todo servido. Esta vez nadie me avisó, mi tío no me pidió que prepara nada y ya sabía por qué era, ya no confiaba tanto en mí después de lo que pasó en casa de Nora. Yo prefería que las cosas seguieran así, no me estaba sintiendo bien y menos después de mis escapadas y el cigarro.

No había tocado mi Biblia, no había querido orar, creía que nada tenía sentido. Podía seguir yendo a la iglesia y nada cambiaba. Seguía siendo el mismo, el sobrino del pastor, el chico del discipulado. El mismo yo.

—Pueden comer del pan—dijo mi tío desde el altar.

Toda la congregación tomó su pan y lo comió, yo lo hice también. Siguió leyendo el pasaje de la Biblia y santificó el vino.

—Pueden tomar del vino—todos levantaron sus copas y bebieron del vino.

Mi mente me trajo a la memoria el día que tomé los tres vasos. ¿Cuál era la diferencia entre una copita y tres vasos? No, tenía que estar mal. Estaba muy mal pensar así.

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Tenía mi maleta lista sobre la cama. No me llevaba demasiado. Solo mi ropa y algunas cajas de rompecabezas que no había armado todavía. Miré mi Biblia sobre la mesita. Me acerqué y la tomé entre mis manos. Iba a estudiar ¿De qué me serviría? De igual forma abrí la maleta y la metí entre la ropa.

RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora