Capítulo 31

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Dalissa

Salimos temprano ese domingo. Mónica y yo íbamos en los asientos de atrás, Arturo conducía y Alex iba en el asiento del copiloto.

Él y yo no habíamos cruzado palabra desde la última vez que estuve en su casa y le pedí una explicación. Ya había pasado una semana para entonces. No podía dejar de pensar en todo, en nosotros y me preguntaba por lo que él estuviera sintiendo.

Por suerte Mónica me hacía plática y así podía distraerme un poco.

Pasamos a almorzar a mitad de camino, estuvimos charlando entre nosotros un buen rato antes de proseguir el camino.

Íbamos a alojarnos en un hotel y volverías al día siguiente. Llegamos al atardecer. Mónica me guió hasta mi habitación, la cual quedaría justo al lado de la de ella y Alex. Arturo se había desaparecido cuando nos bajamos del auto, al principio supuse que iría al parqueo, pero pasó un tiempo y no regresó.

Estaba enviándole un mensaje a mamá diciéndole que ya había llegado, cuando escuché que tocaban la puerta. Apenas abrí vi a Mónica del otro lado.

—Alex y yo vamos a salir, me preguntaba si querías venir con nosotros.

Aun era temprano para irme a la cama y me haría bien salir, pero tampoco quería ser un obstáculo en el paseo de la pareja.

—No, creo que voy a descansar un poco.

—De acuerdo, si te dan ganas de salir solo avísame y te envío una dirección.

—Bien.

Dio la vuelta y se alejó por las escaleras. Yo cerré la puerta arrepintiendome de haber dicho que no. Me tiré en la cama, aunque no tenía sueño e intenté dormir.

Minutos más tarde escuché la puerta sonar nuevamente, lo cual me hizo darme cuenta que no había logrado dormir.

Abrí sin pensar quien podía estar del otro lado.

—Disculpa si te he despertado—habló Arturo.

De seguro mi cabello estaba desarreglado y por su comentario mi cara no era la mejor.

—No, no dormía.

Me acomodé el cabello detrás de la oreja para disimular la vergüenza.

—Quería saber si tienes ganas de salir un rato. No hay problema si dices que no.

Por supuesto que quería y más si era con él, traté de no mostrarme emocionada.

—Está bien.

—Bueno...

—¿Me darías un momento?—no saldría sin arreglarme—solo para...

—De acuerdo, te espero abajo.

Nos miramos un momento manteniendo una sonrisa. Luego hice el intento de cerrar la puerta y él se alejó por fin.

Los nervios se apoderaron de mí. Lo primero que hice fue arreglarme el cabello, me cambié el vestido y cuando estuve lista finalmente, no me atrevía a salir.

No tenía idea de qué pretendía Arturo, ¿Hablaríamos por fin de nosotros? No sé si me gustaría escucharlo.

Hice una corta oración antes de salir, como había aprendido desde la universidad esa era la única solución, dejar que Dios se encargara.

Cuando bajé, Arturo me esperaba sentado en la recepción del hotel. Por los nervios de antes y el trajín del camino no me había fijado en lo guapo que estaba. Se había recortado un poco la barba, llevaba camisa blanca y abrigo gris. No sabía que alguien podía robarte el aliento de forma literal.

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