Arturo
Esa noche había tomado más de la cuenta, veía un poco borroso, pero seguí en la fiesta. Amber estaba siempre conmigo, al igual que Joshua y Sugel, jamás podría sentirme solo, sin embargo, me parecía que eso no era suficiente. Papá había vuelto a llamar diciendo que mamá había despertado, pero no quise hablar con ella como tanto lo había deseado.
Sentía que si ella me escuchaba iba a hacerme muchas preguntas que no estaba listo para responder. ¿Cómo le diría que no estaba en la dichosa iglesia que me había mandado a buscar? Que todo me daba igual. Ya había aprendido de ese mundo que me prohibieron por mucho tiempo. A veces las situaciones no tenían solución y era mejor dejarlas así, la vida era así de dura y tocaba acostumbrarse a ser golpeado.
Volví a la habitación sintiéndome mareado, Sugel se había quedado en la fiesta y de seguro lo haría toda la noche. De hecho tenía muchos días de no venir a dormir y estaba claro que se quedaba con esa chica con la que siempre andaba.
Me senté en la cama un momento mientras me adaptaba al ambiente. Quería cambiarme de ropa, pero tampoco quería levantarme a buscarla. De repente me sentía mal por todo, de repente mi mente tenía la intención de pensar en cristianismo, en reglas que tenía que cumplir, pero no quería seguir escuchando lo mismo.
Odiaba todo y tal vez un poco a mí, no sabía si era por hacer sin pensar lo mismo de siempre o por dejarme llevar tan fácil por la dulzura del pecado.
La amargura crecía en mi corazón extendiéndose hasta lo profundo. No quería ser así, tampoco volver a ser el de antes. Aborrecía al Arturo de antes, débil y tan dócil. Y al de ahora que hacía lo que quería, lo reprochaba por no portarse bien.
Me estiré en la cama sin ánimos de dormir. Qué más daba, no quería estar en la fiesta para no tomar alcohol más de la cuenta, pero al mismo tiempo me arrepentía de haberme ido porque estaba solo en mi habitación pensando sandeces.
¿Por qué tenía que pensar en Dios? Él no se acordaba de mí, él me había abandonado. Sé que le debía la vida, pero no tenía derecho a controlar lo que hiciera. Además, ¿Cómo iba a escucharlo sintiéndome así? A Dios le fallaba un poco y se iba, ya eras una basura que había que desechar. Fallé por accidente y me sacaron de la iglesia. ¿Qué pasaría si se dieran cuenta que lo estaba haciendo a voluntad?
Escuché sonar la puerta. No quería levantarme a atender, pero hice un esfuerzo por salir de la cama e ir a abrir. Amber estaba del otro lado, como ya lo presentía.
—¿Ahora que pasó?
Dejé que pasara y me dirigí a la cama otra vez. No quería hablar, ella no lo entendería, en realidad no creía que alguien lo hiciera.
—Quería estar solo.
—¿Ni si quiera porque soy yo?—se llevó una mano al pecho.
—No, no es por ti.
Me senté en la cama y ella me imitó.
—Has estado muy extraño estos días.
—La verdad no quiero hablar—dije muy calmado.
—Entonces no hablemos.
Volví a mirarla directamente, ya sabía a qué se refería.
Me besó como siempre lo hacía. Cada vez los momentos eran más largos y ese contacto llegaba a hacerme sentir algo. Tal vez sus manos deslizándose por mi pecho o cuando las pasaba por la abertura de mi camisa en la piel desnuda.
Me aparté como lo había hecho muchas veces. Ella ya no se asustaba, aunque todavía no entendiera la razón.
—Sugel no vendrá esta noche— dijo manteniendo su rostro muy cerca del mío.
ESTÁS LEYENDO
Redención
Romance~Sinopsis en la parte 1~ El pecado podría llevarte a conocer el poder de la redención.