Capitulo 23

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Dalissa

Dos meses habían transcurrido. Los días pasaron con normalidad. Fui a la iglesia cada domingo, me reunía con las chicas, Ágata, Celine y Dakota.

Me crucé de vez en cuando con Arturo, pero no tuvimos la oportunidad de hablar. La fecha de regresar a la universidad estaba próxima y las emociones encontradas me inundaban.

Mamá se casaría pronto y tomaron la decisión de que en definitiva se mudarían justo después de la boda.

Era el último domingo en la iglesia antes de volver a la universidad. Seguía extrañando sentarme junto a la abuela. Ya superado gran parte del dolor que producía su partida me sentía cómoda y en paz. Lista para regresar y enfrentarme a la presión de las clases, además de la nostalgia de estar lejos de casa.

Ese domingo mamá no fue a la iglesia conmigo, de vez en cuando salía con Bertran, así que ese día estuvo con él. Almorcé en la cafetería con las chicas porque de otra forma me tocaría sola en casa.

A lo lejos vi a Arturo, como siempre con su familia. A veces me parecía que seguía siendo el de antes, y con antes me refiero a meses y años anteriores a la fiesta de Halloween. El lejano, distante y de otro mundo distinto al mío.

Como si no me conociera, como si yo supiera todo de él y a la vez nada, pero realmente no era así. Las circunstancias sucedidas en el después, lo de la universidad. Yo sabía algo de él y prefería jamás haberlo sabido.

Su mirada de repente encontró mis ojos que lo veían pensantes. Me pareció verlo sonreír como solía hacerlo cuando se topaba conmigo por ahí. Curiosamente esos ojos no habían perdido el efecto, seguían siendo atrapantes, dignos de tomarles el gusto.

Su hermana que estaba sentada a su lado le habló, imponiendo una distracción entre nosotros. Yo no aparté la mirada, pensé que esa sería la última vez que lo vería antes de volver a coincidir alguna vez en la universidad. Más tarde al salir al parqueo lo encontré junto a mi auto.

—Es bonito—señaló con las manos en los bolsillos de pie a la puerta del copiloto.

—Fue un regalo de graduación.

Levantó las cejas mostrando sorpresa y una amplia sonrisa. El sol iluminaba su rostro dándole un efecto dorado a su piel. Su pelo oscuro se tornó más claro, y sus ojos, me perdí en ellos.

—Un buen regalo, comparado al mío...—se detuvo sin apagar la sonrisa.

—¿Te dieron un regalo?—dije interesada—¿Qué era?

Bajó la mirada quedándose pensativo un momento.

—Una reunión en familia, si así se le puede llamar. Tuve que hacerme el sorprendido como si nunca se le hubiera ocurrido a nadie.

Nos reímos. No pude evitar soltar una carcajada, mientras que él me miraba cuateloso apenas mostrando los dientes.

—Ya han pasado dos meses, bastante rápido—continuó.

Tenía el sol de frente y lo miraba frunciendo el ceño, así que me acerqué hasta quedar a su lado.

—Bastante rápido—repetí.

—¿Cuándo volverás?

—El viernes.

—Viernes—repitió ahora él.

Aquella parecía una conversación mecánica, cualquiera hablaría lo adeacuado, pero nada concreto. Nunca diríamos lo que se querría decir realmente.

—¿Tú?

—Yo no...—se pasó la mano por el pelo—aun no lo sé.

—Bueno, el semestre comienza la otra semana.

RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora