Capítulo 19

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Arturo

No sé cuánto tiempo estuve en el piso sobre mis rodillas. Alex se había sentado a mi lado y estuvo ahí todo el tiempo orando por mí. Un grato alivio había regresado a mi cuerpo, aunque en mi corazón todavía sintiera las marcas de lo sucedido. Alex dijo que llevaría tiempo, que dependía de mi disposición si quería recuperarme. En el fondo sabía que no podía lograrlo si me quedaba en esa habitación con las mismas personas a mi alrededor, en el mismo ambiente.

Tenía que hacer algo diferente si quería sentirme diferente. Después de que pude levantarme del piso, Alex estuvo casi media hora explicándome conceptos cristianos que llevaba toda mi vida escuchando, pero que ahora tenían más sentido.

—La redención, por ejemplo—siguió hablando sentado frente a mí—significa libertad, que ya no eres esclavo de algo, en este caso el pecado. Es lo que Jesús hace por ti cuando le entregas tu vida, te redime, te libera para que no obedezcas a tus impulsos y deseos.

—A partir de eso haces lo que a él le agrada por el simple hecho de que ahora es lo que deseas—agregué captando su idea.

—Exacto.

La puerta se abrió de repente y me volví sabiendo que era Sugel. Como siempre se quedó observando con interés, decía que era para no encontrarme desprevenido, pero eso no concordaba, ya que de todas formas había abierto la puerta.

—¿Él quién es?—señalo a Alex con extrañeza.

—Ah, él es mi primo, Alex. Alex, este es Sugel, mi compañero de habitación.

—¿Tu primo?—cambió la expresión a una simpática y caminó hasta nosotros—Lo hubiese sabido de todos modos, se parecen mucho.

—No es cierto—negó Alex.

—Tal vez un poco—levanté una ceja.

—¿A que has venido?—preguntó Sugel más interesado.

—Asuntos... familiares—no sé si quería explicarle todo.

Noté que me analizaba, de seguro miraba mis ojos enrojecidos por haber estado llorando.

—¿Qué fumaste?—Ahí estaba la explicación a su cara de duda.—¿Tu primo te trajo hierba?

—¿Qué?—se rió Alex.

Me estaba avergonzando y no sabía por qué si ya le había dicho todo a Alex.

—Soy cristiano—aclaró Alex todavía con una sonrisa—nada de hierba o lo que sea.

—¿Eres cristiano?

Alex asintió y luego me miró a mí que no quería seguir en la conversación.

—Yo tenía una tía cristiana, se fue a África a hablar de Cristo, pero la mataron unos caníbales.

Oh, Dios. ¿Por qué tenía que salir con algo sádico justo ahora? Alex se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos. Sugel dio la vuelta y se fue a tirar a su cama.

—La mitad podría ser cierta—le dije a Alex en voz baja. Él todavía parecía anonadado y siguió observando a Sugel como para asegurarse de que no era peligroso.

—Entonces...¿Te irás temprano?

Volvió a mirarme. Dio un suspiro y supuse que quería decirme algo importante.

RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora