Junio 1

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Cada día, desde ese día, ese y otros hombres llegan a casa para que les haga una felación, con muchos me he vomitado, la cabeza me duele de tanto que jalan mi cabello, las rodillas las tengo moreteadas, y muchos me abofetean, porque según ellos no les ha gustado, casi siempre termino en el piso, ya sea porque me han aventado o porque me han pateado, ya no sé dónde tengo más dolor.

- ¡Hey! ¡este niñato no sabe ni hacer una mamada y ¿Así piensas pagarme?! ¡Me debes demasiado!

Estoy de rodillas con la boca abierta tratando de zafarme de su agarre, el cabello me duele, las rodillas igual, mi padre abre la puerta y me mira, yo estoy en el piso temblando y suplicándole con la mirada que evite esto.

-...Entonces cóbrate, pero quedamos a mano.

Miro a mi padre sorprendido y luego miro al señor que tengo frente a mí con su miembro erguido. Mi padre cierra la puerta y yo intento salir y alejarme lo más que puedo.

- ¡PADRE! ¡PADRE! ¡POR FAVOR!

En inútil, el señor me golpea la cara repetidas veces, hasta reventarme la nariz y la boca, intento respirar por la boca y seguir peleando, pero me despoja de mi ropa, la playera me la rompe y el pantalón llega a quemarme la pierna del fuerte tirón que da. El dolor que siento al ser penetrado es tan intenso que me deja sin aliento, lloró a gritos, en ningún momento dejo de pelear, ni de llorar.

-Soy el primero ¿No es así? Te sientes tan bien.

Diario de un SumisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora