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EMILIO BLACKWOOD

Abro los ojos y me quedó mirando al techo un buen rato, estoy cansado y con unas posibles ojeras, me fue casi imposible conciliar el sueño anoche.

Cuando decidí que ha sido suficiente tiempo de crisis existencial, me levantó de la cama con pereza en dirección a uno de los tantos baños del piso de arriba e inmediatamente enciendo la regadera para darme un buen baño de agua fría.

Nuevamente llega a mi cabeza el recuerdo de la semana pasada cuando Evan y yo salimos de South Hill. Me lamento no haber cuestionado de más los propósitos de Evan al ofrecerme una cosa como esta; yo se por lo que estoy aquí, y ahora estoy indagando en un tema que prometí no volver a considerar.
Con eso en mente, siento a las lágrimas traicionarme una vez mas, algo que había buscado evitar desde ese día en el cementerio, no merecía llorar por esto; me dolía en el alma, pero no iba a mostrarme débil, no hasta saber la verdad.

Aparto las lágrimas y continuo el baño lo mas rápido que puedo, luego enredo una toalla alrededor de mi cintura mientras con otra seco mi cabello.
Segundos después abro la puerta y me freno en seco al encontrarme con una chica que al parecer se encontraba a punto de tocar, la miró de pies a cabeza y notó que se encuentra en ropa interior y con una camisa que claramente no es la suya.

—Hola, —me saluda con algo de vergüenza —Emilio, ¿verdad? —asiento —Perdón por sorprenderte, estaba buscando el baño. Esta casa es enorme y ya sabes, me perdí.

Le dedico una pequeña sonrisa y me hago a un lado para dejarla pasar, ella también me sonríe y después cierra la puerta.

—Te ves terrible. —una tercera voz resuena a mis espaldas pero no me sorprendo al darme cuenta de quien es.

Evan esta recargado en el umbral de su habitación mirandome con una sonrisa arrogante, su cabello esta húmedo y lo único que trae puesto son unos pantalones, a pesar de haberme defendido en esa pelea anoche no tiene ninguna marca o moretón; solo las curiosas marcas en su torso de las que no me he atrevido a preguntar.

Me reprocho a mi mismo que no tengo tiempo para esto y sin decir palabra me vuelvo a dirigir a la habitación directamente al espejo; hago una mueca al distinguir los dos moretones púrpuras, dolían como el demonio y muy seguramente tardarían un par de semanas en borrarse.

—Que agradecido eres. —interviene Evan, ahora dentro de mi habitación —Te salvé de una pelea con un deportista que seguramente iba a matarte y no me das las gracias. Tienes suerte de que haya intervenido a sabiendas de que lo hiciste por un chico.

—Cállate, Evan.

— ¿Vas en serio? —pregunta ignorando lo que le acabo de decir —Con él.

—No lo conozco bien, pero lo intentaré. —me acerco a su dirección e ignoro su comentario porque le he cerrado la puerta en la cara.

Podrá ser mi hermano, pero hay veces en que no estoy para lidiar con él y su actitud fastidiosa.
Accedí a que viniéramos a vivir a este pueblo porque quería que nuestra relación cambiara de alguna manera, no nos veíamos desde hace años, sentía que ya no lo conocía más.

Un par de minutos después bajé las escaleras topándome con Evan de nuevo, estaba en la puerta despidiéndose de la chica a quien desconocía; yo pasé de largo en dirección a la cocina para buscar algo que comer.

Lovesick [#1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora