A Ramiro aún le cuesta abrir el ojo a causa de los moretones.
Una semana después de que fueron aprendidos, Toño y él coincidieron en los baños y Ramiro pensó que aprovecharían ese tiempo para hablar y ponerse al tanto de su situación con la información que cada uno tenía, sin embargo, en cuanto lo vio, Toño se le fue encima y lo derribó.
La reacción de su primo, casi hermano, tomó a Ramiro por sorpresa y se quedó paralizado. Los primeros cuatro golpes que Toño le dio impactaron de lleno contra su rostro, luego, en un pequeño instante de lucidez, Ramiro intentó protegerse cubriéndose el rostro con sus brazos, pero Toño golpeó en donde y como pudo.
Ambos habían crecido juntos, eran casi de la misma edad, Ramiro solo era mayor por dos meses, pero desde que Ramiro tiene memoria recuerda estar al lado de Toño, ese tipo de primos que se vuelven inseparables, que más que primos son mejores amigos. Juntos desde el preescolar hasta la universidad y cómplices de casi todas sus primeras veces: aprender a andar en bicicleta, conocer el mar, quebrar un costoso jarrón de la sala y su respectivo castigo, la primera pinta, el primer cigarro y la primera cerveza, casi al mismo tiempo la primera novia, porque si uno ya la tenía, el otro no podía quedarse atrás. Reprobar juntos matemáticas y la primera suspensión por tres días. La primera peda y el primer porro. En el sexo, Ramiro fue primero por más de cuatro meses, nunca lo dijo, pero Toño se frustró e hizo de todo para empatarlo.
Ramiro siempre fue el secuaz de Toño y no le molestaba admitirlo, a pesar de ser el mayor, fue él quien se refugió en su primo. Toño era el líder porque su personalidad extrovertida así lo demandaba, era el que tomaba las decisiones finales y el que tenía la iniciativa. Siempre fue, como dicen, "más echado pa delante"; hubo un tiempo en que quisieron convertir a Ramiro en una víctima del bullying, pero Toño no lo permitió. Obligó a Ramiro a ponerse de pie, a enderezar la cara y a repartir golpes, lo contagió de su explosividad y así juntos se defendieron.
Aunque no quisiera aceptarlo, esa explosividad de Toño de la que incluso sacó beneficios, solía algunas veces asustar a Ramiro, su casi hermano era bueno en muchas cosas, pero el autocontrol no era una de ellas; cuando Toño perdía los estribos se convertía en otro, no razonaba, no había nada que pudiese aplacarlo, solo volvía en sí cuando sacaba toda esa ira acumulada de su ser. Ramiro se preguntaba cuál sería el origen de ese temperamento, quizá se trataba de una cuestión genética, el tío Fernando es igual de temperamental, tal vez era un patrón aprendido y replicado, o una combinación de las dos.
Lo que Ramiro nunca pensó fue que esa ira acumulada de Toño explotara en contra suya, en toda la vida que llevaban juntos, ambos tuvieron sus diferencias, incluso dejaron de hablarse por periodos, sin embargo nunca llegaron al contacto físico; luego de sus peleas, con el tiempo, volvían a hablarse y llevarse igual de bien, no era necesario pedir perdón, mantenían un pacto no escrito ni hablado, pero que los dos comprendían. Aplicaba en ellos ese dicho de: «Entre nosotros podremos destrozarnos, pero nunca nos haremos daño». Al parecer el pacto había llegado a su fin.
Desesperado, Ramiro se pone de pie y camina en el diminuto espacio de su celada, el hombre con el que comparte cautiverio lo mira de arriba abajo en silencio. En cuanto llegó, el sujeto le dejó claro que si no se metía con él llevarían la fiesta en paz, pero si hacía algo que lo molestara, entonces lo pagaría caro. Ramiro aún no entiende por qué lo separaron de Toño, por qué su tío no utilizó sus influencias para colocarlos en la misma celda, por qué, esta vez, llevan ya más de dos semanas encerrados, ¿en verdad era su final?
En los diecisiete días que lleva ahí, el tío Fernando solo lo ha visitado una vez, lo cual también le parece de los más extraño, ¿estará acaso igual de molesto que Toño? Ramiro no puede negar que están ahí en gran parte por su culpa, porque fue un imbécil, el mayor imbécil del mundo. Al recordar a Sofía vuelve a acostarse en la diminuta litera y se hace bolita, golpea el colchón con el puño cerrado y, de forma inevitable, vuelve a llorar.
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Tú, yo, anarquía
Teen FictionDarío está decidido a conseguir justicia para su novio Joel, sin imaginar que, en su lucha, encontrará un aliado en el novio de su hermana, y tal vez algo más. *** La noche del 23 de marzo, en su cumpleaños dieciocho, a Darío le toca afrontar uno de...