Ya es de mañana y el cielo está limpio, apenas y hay nubes, tiene un azul diáfano que permite a la luz entrometerse por cuanto espacio que encuentra, incluso llega a la recóndita oscuridad de la celda en la que Ramiro y Toño esperan por su audiencia. Es verano y hace un calor infernal, insoportable. Ramiro ha despertado con la playera pegada al cuerpo a causa del sudor y ha maldecido entre dientes; cuando sus ojos se adaptan al lugar en el que se encuentra, analiza con atención la pequeña celda y mira a Toño en la cama adjunta, el espacio es tan reducido que es como si hubiesen tenido que compartir colchón. Ramiro se pregunta cómo Toño puede dormir con tanta tranquilidad, ¿en verdad no tendrá ni un poquito de miedo por lo que pueda pasar?
Hace dos días que fueron aprendidos y aunque su tío, y padre de Toño, les dijo que estuviesen tranquilos, que esto era mero trámite y estarían fuera en un parpadeo, Ramiro no puede controlar sus nervios con la misma facilidad con la que Toño lo hace. Ni hablar de Brandon, él se fue a Líbano una semana después de lo ocurrido y, desde entonces, ha hecho su vida allá: sale a fiestas, turistea, conoce gente e incluso comenzará a estudiar el siguiente semestre en una universidad que ha revalidado las materias que cursó el primer año, su padre es diputado estatal y se ha asegurado de que el escándalo no los salpique ni un poco. Hay una orden de aprensión en su contra, sin embargo, México no tiene un tratado de extradición con el Líbano.
Toño despierta y se frota el ojo izquierdo con la mano, modorro, como si despertase un domingo luego de una noche de juerga.
—Maldita sea —dice con voz ronca—. ¡Ya que acabe esta mierda!
—¿Y si no acaba? —lo contradice Ramiro y lo observa para buscar algún indicio de temor.
—¡Joder contigo, Ramiro, tú siempre tan pesimista!
—¡Puede pasar, es que mira dónde estamos!
—Que te jodan. Hoy saldremos de aquí.
—¿Por qué estás tan seguro, cabrón?
—Porque mi viejo lo dijo y él no me dejaría aquí, sabes que no nos dejaría aquí.
—El chico ese está en coma, lleva casi tres meses en coma...
—No sigas con esto, Ramiro, nosotros solo nos defendimos, pensé que ya te había quedado claro, cabrón, eso fue lo que pasó. Esos solo quieren sus cinco minutos de fama, pues se van a joder.
Ramiro suspira, quiere tener la misma seguridad que su primo, pero no puede, un nudo se ha formado en su pecho y siente que no puede respirar con normalidad, las manos comienzan a temblarle pero se aferra al colchón para evitarlo, la idea de pasar una noche más en ese lugar le provoca nauseas.
Las rejas de la celda suenan cuando un policía se apersona ante ellos y les abre la puerta, con un movimiento de cabeza les indica que lo sigan; Toño se pone de pie y sonríe, con cierto recelo Ramiro va tras él, no les ponen esposas en las manos, ni tampoco son custodiados por varios policías, privilegios de ser hijo y sobrino de Fernando Carrasco.
El policía los conduce por un largo pasillo hasta llegar a una oficina, en cuanto entran, Ramiro reconoce a la abogada que su tío Fernando contrató para defenderlos; ella les sonríe, les da la mano y los invita a sentarse. La mujer desprende una seguridad conciliadora, quizá sea por la forma tan serena en la que mira, o tal vez, sea por lo despreocupado de ese gesto que se aprecia apenas y observas su rostro; lleva puesto un traje sastre en color azul marino y tacones negros de aguja. Ahora rellena documentos a una velocidad de escritura sorprendente, lo hace sin titubear.
—Muy bien chicos, espero estén listo porque hoy se van de aquí —les dice y ni siquiera los mira, sigue con la mirada puesta en los documentos que rellena.
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Tú, yo, anarquía
Teen FictionDarío está decidido a conseguir justicia para su novio Joel, sin imaginar que, en su lucha, encontrará un aliado en el novio de su hermana, y tal vez algo más. *** La noche del 23 de marzo, en su cumpleaños dieciocho, a Darío le toca afrontar uno de...