XXXIX. UNA CARTA VOCIFERADORA

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Capítulo Treinta y Nueve:
Una Carta Vociferadora

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La mañana siguiente pronto llego. Bajo el techo encantado, que aquel día estaba de un triste color gris, las cuatro grandes mesas correspondientes a las cuatro casas estaban repletas de soperas con gachas de avena, fuentes de arenques ahumados, montones de tostadas y platos con huevos y beicon. Ron se sentó en la mesa junto a Hermione, que tenía su ejemplar de Viajes con los vampiros abierto y apoyado contra una taza de leche, mientras que Harry se sentó junto a Fanett que se encontraba dándole de comer a Rhaegal. La frialdad con que ambas chicas dijeron «buenos días», hizo pensar a Harry que todavía les reprochaba la manera en que habían llegado al colegio. Neville Longbottom, por el contrario, les saludó alegremente.

—El correo llegará en cualquier momento —comentó Neville—; supongo que mi abuela me enviará las cosas que me he olvidado.

Efectivamente, las lechuzas penetraron con gran estrépito en la sala, volando sobre sus cabezas, dando vueltas por la estancia y dejando caer cartas y paquetes sobre la alborotada multitud. Un gran paquete de forma irregular rebotó en la cabeza de Neville, y un segundo después, una cosa gris cayó sobre la taza de Hermione, salpicándolos a todos de leche y plumas.

—¡Errol! —dijo Ron, sacando por las patas a la empapada lechuza. Errol se desplomó, sin sentido, sobre la mesa, con las patas hacia arriba y un sobre rojo y mojado en el pico.

—Esta bien—le dijo Fanett a su dragón que se asusto.

—¡No. ..! —exclamó Ron.

—No te preocupes, no está muerto —dijo Hermione, tocando a Errol con la punta del dedo.

—No es por eso... sino por esto.

Ron señalaba el sobre rojo. A Harry no le parecía que tuviera nada de particular, pero Ron y Neville, incluso Fanett lo miraban como si pudiera estallar en cualquier momento.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—Me han enviado una vociferadora—dijo Ron con un hilo de voz.

—Será mejor que lo abras, Ron —dijo Neville, en un tímido susurro—. Si no lo hicieras, sería peor. Mi abuela una vez me envió uno, pero no lo abrí y... —tragó saliva— fue horrible.

Harry contempló los rostros aterrorizados y luego el sobre rojo.

—¿Qué es un vociferadora?—dijo.

—Es una carta, pero esta puede grabar la voz del que la envía—le explico la castaña—Raramente se utilizan, y no es nada agradable.

Ron fijaba toda su atención en la carta, que había empezado a humear por las esquinas.

—Ábrela —urgió Neville—. Será cuestión de unos minutos.

—Ven Rhaegal, esto podría lastimar tus oídos—dijo Fanett. El pequeño dragón se escondió en su túnica y la castaña tapo sus oídos.

Ron alargó una mano temblorosa, le quitó a Errol el sobre del pico con mucho cuidado y lo abrió. Neville se tapó los oídos con los dedos. Harry no comprendió por qué lo había hecho hasta una fracción de segundo después. Por un momento, creyó que el sobre había estallado; en el salón se oyó un bramido tan potente que desprendió polvo del techo.

— ROBAR EL COCHE, NO ME HABRÍA EXTRAÑADO QUE TE EXPULSARAN; ESPERA A QUE TE COJA, SUPONGO QUE NO TE HAS PARADO A PENSAR LO QUE SUFRIMOS TU PADRE Y YO CUANDO VIMOS QUE EL COCHE NO ESTABA...

Los gritos de la señora Weasley, cien veces más fuertes de lo normal, hacían tintinear los platos y las cucharas en la mesa y reverberaban en los muros de piedra de manera ensordecedora. Fanett incluso podía oírla aun así se tapara los oídos. En el salón, la gente se volvía hacia todos los lados para ver quién era el que había recibido la vociferadora, y Ron se encogió tanto en el asiento que sólo se le podía ver la frente colorada.

— ESTA NOCHE LA CARTA DE DUMBLEDORE, CREÍ QUE TU PADRE SE MORÍA DE LA VERGUENZA, NO TE HEMOS CRIADO PARA QUE TE COMPORTES ASÍ, HARRY Y TÚ PODRÍAIS HABEROS MATADO...

Harry se había estado preguntando cuándo aparecería su nombre. Trataba de hacer como que no oía la voz que le estaba perforando los tímpanos.

— COMPLETAMENTE DISGUSTADO, EN EL TRABAJO DE TU PADRE ESTÁN HACIENDO INDAGACIONES, TODO POR CULPA TUYA, Y SI VUELVES A HACER OTRA, POR PEQUEÑA QUE SEA, TE SACAREMOS DEL COLEGIO.

Se hizo un silencio en el que resonaban aún las palabras de la carta. El sobre rojo, que había caído al suelo, ardió y se convirtió en cenizas. Harry y Ron se quedaron aturdidos, como si un maremoto les hubiera pasado por encima. Algunos se rieron y, poco a poco, el habitual alboroto retornó al salón.

Hermione cerró el libro Viajes con los vampiros y miró a Ron, que seguía encogido.

—Bueno, no sé lo que esperabas, Ron, pero tú...

—No me digas que me lo merezco —atajó Ron.

—Yo si te lo diré—dijo la castaña—Claramente te lo mereces, Ron. Debieron pensar en las consecuencias que traería esto.

—Por favor, déjalo—le pidió el pelirrojo.

Harry apartó su plato de gachas. El sentimiento de culpabilidad le revolvía las tripas. El señor Weasley tendría que afrontar una investigación en su trabajo, y claramente Fanett tenia razón con lo que le había dicho la noche anterior.

Pronto la profesora McGonagall recorría la mesa de Gryffindor entregando los horarios. Fanett cogió el suyo y vio que tenían en primer lugar dos horas de Herbología con los de la casa de Hufflepuff.

Fanett, Harry, Ron y Hermione abandonaron juntos el castillo, cruzaron la huerta por el camino y se dirigieron a los invernaderos donde crecían las plantas mágicas. La vociferadora había tenido al menos un efecto positivo: parecía que Hermione y la castaña consideraban que ellos ya habían tenido suficiente castigo y volvieron a mostrarse amable.

Al dirigirse a los invernaderos, vieron al resto de la clase congregada en la puerta, esperando a la profesora Sprout. Fanett, Harry, Ron y Hermione acababan de llegar cuando la vieron acercarse con paso decidido a través de la explanada, acompañada por Gilderoy Lockhart. Una mueca apareció en la cara de Fanett al ver al profesor de D.C.A.O.

La profesora Sprout era una bruja pequeña y rechoncha que llevaba un sombrero remendado sobre la cabellera suelta. Gilderoy Lockhart, sin embargo, iba inmaculado con su túnica amplia color turquesa y su pelo dorado que brillaba bajo un sombrero igualmente turquesa con ribetes de oro, perfectamente colocado.

—¡Hola, qué hay! —saludó Lockhart, sonriendo al grupo de estudiantes—. Estaba explicando a la profesora Sprout la manera en que hay que curar a un sauce boxeador. ¡Pero no quiero que penséis que sé más que ella de botánica! Lo que pasa es que en mis viajes me he encontrado varias de estas especies exóticas y...

—¡Hoy iremos al Invernadero 3, muchachos! —dijo la profesora Sprout, que parecía claramente disgustada, lo cual no concordaba en absoluto con el buen humor habitual en ella.

Se oyeron murmullos de interés. Hasta entonces, sólo habían trabajado en el Invernadero 1. En el Invernadero 3 había plantas mucho más interesantes y peligrosas. La profesora Sprout cogió una llave grande que llevaba en el cinto y abrió con ella la puerta. Pronto el olor de la tierra húmeda y el abono mezclados con el perfume intenso de unas flores gigantes llego hasta Fanett. Todos ya estaban ingresando al invernadero, cuando la vos de Lockhart se escucho.

—¡Harry! Quería hablar contigo... Profesora Sprout, no le importa si retengo a Harry un par de minutos, ¿verdad?

Harry miro a sus amigos buscando ayuda. Pero ninguno de ellos podía hacer algo y a juzgar por la cara que puso la profesora Sprout, sí le importaba que se llevara a Harry, pero Lockhart añadió:

—Sólo un momento —y le cerró la puerta del invernadero en las narices.

Best Of Me - Harry Potter Pt. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora