Capítulo 11 Un favor a cambio de la libertad

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Una noche más estuvieron juntos disfrutando de un polvo. Para Tobirama era algo que se volvía aburrido, pero para Nanami era una noche más con el hombre de sus ojos. Segundo al mando del clan Senju y una prostituta de una noche, no sonaban para nada bien. 

Ella lo vio sentarse por el otro borde del futón, mostrando su espalda y su cabello grisáceo despeinado. Contemplar esa espalda fornida con varias cicatrices por las mortales batallas, era algo hipotético para los ojos chocolates. Lo ve pensativo, seguramente piensa en alguien más porque no puede estar pensando en ella como su mujer.

Deliberadamente se deslizó del futón y enredó la sábana en su sudado cuerpo. Aún mantiene la vista sobre él. Quiere preguntarle en quién piensa, no obstante, él vuelve hacia ella.

—Te quiero pedir un favor... —musitó.

La poca luz de unas cuantas velas hacen que los ojos rojizos se posen en aquella mujer con profesión del placer. Nanami volvió a sentarse en el futón sin dejar de sostener la sábana que cubre sus perfectos pechos. Todo lo que pida Tobirama lo hará realidad.

—Pídeme lo que quieras —dijo con una suave sonrisa.

Tobirama se acomodó a un lado de ella. Lo que está por pedir es algo egoísta, pero no hay forma de arreglar este problemilla que le causa insomnio por las noches. Nanami puede rechazarlo, y hasta indignarse, pero antes que todo necesita suavizar el asunto.

—Creo que tengo la solución a tu problema.

La de ojos chocolates supo de inmediato que se refería a dejar la vida de prostitutas por una mejor. Una amplia sonrisa se formó en su semblante con cutis bien cuidado.

—¡¿Tobirama-san, no me digas que por fin podré ser libre de escoger mi propia vida?! —la castaña rápido llevo sus manos con felicidad al hombro del grisáceo.

—Algo por el estilo. Faltan cinco firmas para liberarte de esta vida, pero los demás optaron por no firmar. ¿Sabes qué quiero decir? —Nanami negó con la cabeza. —Que sin esas firmas no podrás dejar la vida que detestas. Esos cinco son shinobis de élite, no son fáciles persuadir. No te pongas triste, hay una manera que pude resultar conveniente, aunque lo hagamos de otra forma.

—¿Cuál sería? —rápido inquirío Nanami.

—Si haces algo por mí, yo mismo puedo falsificar esas cinco firmas anónimas.

Hubo silencio por un par de minutos. Nanami intentó ver más allá de aquella palabras sin encontrar el origen de lo que necesita hacer por Tobirama.

—Nanami... —se aproximó a ella —, si haces esto te aseguro que serás libre de por vida, y que mientras la aldea prospere, podrás borrar tu reputación.

Simplemente no podía mantener sus labios quietos. Pegó sus labios con los de él y bajó las manos a la entrepierna para proporcionar un vaivén. Ella ama a este hombre, ella hará cualquier cosa por él.

Tobirama supo que antes de tirar la bomba debía llevarla al clímax. Dejó que jugará con su miembro, y que devore sus labios hasta dejarlos con aquel tono granada, mientras él juega con su mojado sexo, haciendo círculos e ingresando los dedos.

—Dime qué debo hacer para ser libre —susurró entre besos, y haciendo círculos con delicadeza alrededor de la suave glande.

Aún no era el tiempo para dejarle saber lo que quiere. De un movimiento ímpetu la colocó a espaldas de su pecho con las piernas abiertas. Llevó una mano a la cadera para soportar el peso, y la otra a ese mojado sexo para estimular en círculos. El miembro erecto entró por la vagina sin necesidad de lubricar.

Los Pantanos De Las Anacondas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora