🌕 𝑺𝑬𝑵𝑲𝑼𝑼 𝑰𝑺𝑯𝑰𝑮𝑨𝑴𝑰 𝒙 𝑶𝑪 𝑪𝑰𝑬𝑵𝑻𝑰𝑭𝑰𝑪𝑨
── Las manecillas del reloj al dar el medio día, siguieron moviéndose a pesar de que la humanidad se detuvo. Ella esperaba pacientemente pagando su sentencia con el sueño de cien mil mill...
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La calma antes de la tormenta siempre se siente llena de incertidumbre y una paz engañosa que envenena y corrompe, te hace ignorante y te ciega. Solo para golpearte y hacerte miserable cuando el verdadero problema llega de imprevisto y destroza tu voluntad para demostrar de que estás hecho. Por suerte, esto nunca ha afectado a Galatea, entrenada para lo peor y esperar malas noticias; su especialidad. Un instinto irreemplazable con el que fue bendecida y maldecida que no la dejaba quieta ni un instante.
Es por aquello que no puede parar de preocuparse por la tripulación del Perseo desde hace horas, aunque Ruri hable sin para sobre las historias acerca de sus antepasados y que la preciosa puesta de sol les regale una vista de acuarela roja y naranjo por sobre todas las personas ahí. En la cima de aquél atrio donde reside la sacerdotisa, la científica no puede parar de sobre pensar mientras jugaba con la tinta y pluma que tiene sobre la mesa principal en la que no puede concentrarse en su trabajo.
— ¿Cartas? —Galatea pregunta de nuevo, como si deseara encontrar otra respuesta donde ya no había. Necia a aceptar la sugerencia y creyendo que si seguía preguntando; mágicamente la respuesta cambiaría.
— ¡Sí! —La sacerdotisa unió sus manos con emoción desde su asiento-. Puedes escribir cartas acerca de cómo te sientes en este momento, algo que quieras decirle a una persona especial o llevar una especie de diario.
— Nunca he sido buena para escribir mis propias emociones, una grabadora me vendría mejor. —La científica tomó un poco de tinta con su pluma y comenzó a garabatear en una hoja limpia—. Podría hacer una, pero llevaría algo de tiempo y no vale la pena desperdiciarlo por un capricho mío. —Una vez segura de haber descargado un poco de su molestia en aquellos garabatos ilegibles, arrugó la hoja hasta que quedó una pequeña bola de papel y la lanzó al centro de la mesa—. De todos los días que he vivido, mi cerebro no parece estar trabajando hoy. —Galatea se tomó de los cabellos y se quejó desesperada—. ¡No sé que escribir!
— Tranquila, Galatea... —Ruri extendió su mano derecha para indicarle que se calmara—. ¿No has escrito ya muchos cuentos para la Academia Científica?
— ¡Esto es diferente! —La albina siguió jalando de sus cabellos mientras observaba el techo del lugar—. Es muy fácil plasmar ideas que vienen de la ficción, cuando las cosas se vuelven personales es muy complicado.
— ¿Por qué no comienzas escribiendo como te sientes hoy? —Sugirió Ruri.
— ¡Preocupada! —Contestó en automático, pero al menos había dejado de jalarse el cabello.
