🌕 𝑺𝑬𝑵𝑲𝑼𝑼 𝑰𝑺𝑯𝑰𝑮𝑨𝑴𝑰 𝒙 𝑶𝑪 𝑪𝑰𝑬𝑵𝑻𝑰𝑭𝑰𝑪𝑨
── Las manecillas del reloj al dar el medio día, siguieron moviéndose a pesar de que la humanidad se detuvo. Ella esperaba pacientemente pagando su sentencia con el sueño de cien mil mill...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lo que fueron unas cuantas horas de sueño, para Galatea fue una milésima de segundo. En un instante las aves madrugadoras comenzaron a cantar dentro del refugio que los árboles les brindaban. Aunque aún no amanecía, el cielo negro comenzaba a tornarse de un azul cobalto que las pinturas de Van Gogh envidiarían.
La gente del reino científico usualmente se levantaba junto con el amanecer, pero el reloj biológico de la niña le impedía dormir más. Pues sabía que si el sol salía, no podría entrenar hasta el día siguiente.
Galatea abrió los ojos con rapidez, como si hubiese tenido una pesadilla. Pero, simplemente era su cuerpo diciéndole que se levantara. No importaba si las bolsas debajo de sus ojos estaban marcadas o si moría de sueño, tenía que ponerse en marcha. Rápidamente se levantó y tomó asiento en la cama de paja, jalando el abrigo de León que la arropó toda la noche.
Un leve quejido se escuchó a su lado, volteó con algo de pereza encima y se encontró con Senku aún profundamente dormido y dándole la espalda. El motivo de su quejido entre sueños fue el hecho de que Galatea le quitó su parte de abrigo al levantarse. La albina suspiró divertida y ahora fue su turno de arropar al chico, después de todo; no necesitaba la prenda pues las mañanas eran cálidas una vez que el sol se levantaba.
Sus pies aún dolían, pero era una algesia tolerable, por lo que la chica volvió a ponerse las cuñas y se apresuró a ir en busca de la fruta para su té, la cual encontró con facilidad. Y por supuesto que podía perder unos minutos agradeciendo a los arbustos por trabajar tanto, día tras día, en producir la fruta que resguardaba sus semillas. La niña se fue de donde estaban los arbustos con la promesa de esparcir sus semillas para que siempre hubiese alimento fresco.
Galatea dejó infusionar la fruta mientras entrenaba. Aún no podía retomar su rutina de combate, pues si lo intentaba después de perder su condición, probablemente terminaría con una lesión que la mantendría pegada a una cama. Debía ser cuidadosa en este punto. El primer paso para poder estar al nivel de las guerreras del reino científico era fortalecer su cuerpo primero.
