Continuación... Encuentro nocturno

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Carol estaba nerviosa, nunca en su vida había estado tan nerviosa como en ese momento. No podía evitarlo, desde que había llegado a aquella casa se había sentido irremediablemente atraída por el cuñado de su prima y no podía dejar de verlo. Tony era gracioso, amable y dulce, además poseía un encanto que ningún hombre que hubiera conocido tenía: se veía tan inocente como ella. Al menos en su mente así parecía.

Estando en el internado al que sus padres la habían enviado siempre se había sentido como una ignorante, porque aunque todo el mundo intentara creer que las mujeres allí estaban aisladas de la realidad, la verdad era que al sentirse de ese modo solo las hacía correr hacia la aventura constantemente. Ella, era de hecho, una de las pocas que a pesar de estar alejada del ambiente familiar asfixiante al que pertenecía, no se atrevía a hacer nada que sus padres rechazaran. Sentía que a incluso con la distancia que los separaba sus padres lo sabrían e irían a regañarla por romper las normas.

Fue de ese modo que sus años escolares transcurrieron y ella fue la única de sus compañeras que permaneció tan inocente como había llegado. Tenía que admitir también que sus razones también iban de la mano con todo lo que había tenido que vivir su hermana, todos los rumores que había arruinado su paz y la de su familia. Y aunque su hermana era sumamente feliz con su esposo, Carol nunca se consideraría tan fuerte, jamás podría hacerle frente a todas las habladurías y las miradas que Cristina había enfrentado con una sonrisa.

Era por esos mismos rumores, que no podía quedarse en la casa de su hermana para iniciar su proceso universitario. Y su prima Micaela, quien poseía una reputación intachable, era la persona que la recibía en su hogar. Al principio había pensado que sería igual a su casa: llena de normas y prohibiciones, pero pronto se dio cuenta de que había estado totalmente equivocada y en el segundo en que Tony había atravesado las puertas de la casa la situación había mejorado por mucho.

Era obvio que jamás había interactuado con un hombre de su edad y en aquella casa podía hacerlo sin la supervisión constante de un adulto molesto. Su prima los veía, estaba atenta de sus conversaciones, eso no se le escapaba, pero no los molestaba demasiado, solo dejaba que la situación transcurriera con normalidad y les sonreía cuando ellos se mantenía demasiado cerca. Esa fue la primera señal que le dio a entender que estaba a salvo en el hogar de su prima, al menos en lo que se refería Tony.

Ahora, era de noche y estaba a punto de romper todas las normas una vez más, lo había hecho esa misma tarde sintiéndose lo más atrevida que se había sentido en su vida y era el momento de dar el siguiente paso. Con una sonrisa se puso el pijama más sensual que tenía, unos pantalones cortos de algodón junto a una camiseta de tirantes con diseños de cerezas, antes de esperar junto a la puerta de su habitación para comprobar por décima vez que no se escuchara ningún sonido afuera antes de salir.

Llegó a la puerta de la habitación de Tony en puntillas y entró sin tocar. Su corazón estaba acelerado, respiración era superficial. Él la esperaba con una sonrisa dando vueltas en su habitación, ella cerró con seguro antes de dar los primeros pasos dudosos hacia la cama. 

-Puedes acercarte- la invitó él señalando la cama -esta tarde no hubo problemas y ahora mucho menos.

Ella se tragó una carcajada.

-Lo sé- admitió Carol -es solo que estar aquí es un poco extraño. Nunca pensé que haría algo como esto y mucho menos que me atrevería.

-Pero estás aquí- afirmó él -¿por qué pensaste que no lo harías?

-Es lo que estoy acostumbrada a hacer- admitió ella con una mueca.

-Entonces, ¿por qué romper la costumbre ahora?- preguntó él con interés en la mirada.

Pasajes lujuriososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora