Al desnudo

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Tony nunca se había sentido más libre en su vida que en esos momentos. Desde que su hermano se había casado y lo había invitado a quedarse en su casa todo el tiempo que quisiera había aprovechado la oportunidad para alejarse de la casa de sus padres. Sí, amaba a sus progenitores, pero estaba muy consciente de lo estrictos y manipuladores que podían ser. Así que salir de su casa con una oferta como esa se sentía increíble.

Al inicio todo había estado bien, las risas y las conversaciones en las cenas era divertidas. Él se encerraba en la habitación que le habían dado mientras estaba seguro de que su hermano disfrutaba de los placeres con su nueva esposa y aunque resultaba un poco extraño, solo se distraía lo suficiente como para sentirse bien.

Era por esa nueva privacidad que había encontrado que una de esas noches, luego de irse a acostar y esperar a que nada se escuchara en la casa, hizo algo que nunca se había atrevido a hacer en la casa de sus padres. Cerró con seguro la puerta y con los audífonos puestos abrió una página porno. Se sentía casi como si alguien abriría su puerta de pronto, ha que en su casa el internet tenía contraseña para ese tipo de contenido.

Revisó cada vídeo que quiso hasta que la excitación de su cuerpo fue demasiada y se tocó hasta que el placer lo recorrió con fuerza. Una sonrisa complacida llenó su rostro y supo que esa sería su nueva rutina para irse a dormir, esperaba que no cambiara, pero sí cambió. Unos meses más tarde cuando la prima de Micaela llegó a la casa. La mujer era dulce, atenta, divertida y lucía tan inocente como era posible.

Carol había llamado su atención desde el inicio, no había podido evitarlo, era demasiado hermosa. Sus interacciones había sido siempre bastante comedidas y bajo supervisión ya que su hermano y su esposa siempre estaban allí, era su casa después de todo. Esa noche, sin embargo mientras Micaela hacía la cena y ellos miraban algo en el televisor se escuchó el agua correr en el piso de arriba. Sus ojos de inmediato se desviaron en esa dirección porque solo podía imaginarse a Carol desnuda en aquel espacio.

-Creo que subiré un segundo- comentó él intentando parecer indiferente -debo orinar.

-Usa nuestro baño- comentó su hermano -creo que Carol está duchándose.

-Está bien- aceptó él antes de levantarse.

Subió las escaleras intentando hacer el menor ruido posible hasta que sigilosamente se acercó a la puerta del baño. Tenía una excusa tonta en su mente en caso de que Carol lo descubriera, pero esperaba que no sucediera. Abrió la puerta que estaba sin seguro, él sabía que aquello no estaba nada bien, pero no podía dejar de hacerlo. Se acercó hasta que el cuerpo húmedo y desnudo de Carol se presentó ante sus ojos, con deleite lo disfrutó apreciando cada curva. Sus pechos se alzaban al igual que sus pezones, las líneas de su abdomen, los cortos vellos de su sexo. 

Su cuerpo se excitó con tanta fuerza que estuvo a punto de gemir en ese momento, así fue como supo que debía salir de allí. Le lanzó una última mirada a la deliciosa figura de Carol antes de cerrar la puerta con cuidado y dirigirse a su habitación. Debía quedarse allí lo suficiente antes de volver a bajar, no podía presentarse en la sala con una erección. Pensó en tocarse, pero no podía hacerlo arriesgándose a que alguien lo escuchara. Dejó que los minutos transcurrieran hasta que su cuerpo se calmó.

Bajó las escaleras entonces y fue cuando la vio sentada en la mesa, su pelo todavía húmedo. Él casi corrió hasta sentarse solo para que nadie pudiera ver la erección marcada en sus pantalones. La cena entera fue una de las mejores torturas, no podía dejar de verla y por primera vez notó las pequeñas miradas que Carol le lanzaba cuando creía que nadie la observaba. Eso solo empeoró su situación.

La cena transcurrió con normalidad hasta que al recoger la mesa en lugar de sentarse con su hermano en la sala al igual que todas las noches y esperar por Carol y Micaela, sin decir una sola palabra se encaminó a las escaleras intentando que no se notara la insistente erección que todavía se veía en sus pantalones.

-¿Tony?- peguntó Micaela, viéndolo -¿te vas?

-Sí, me siento algo cansado- dijo él solo volteando sus ojos.

-¿Te sientes bien?- preguntó su hermano sonando algo preocupado -¿necesitas algo?

-No, solo necesito acostarme un rato- negó él caminando una vez más antes de que otra persona lo detuviera -todo está bien, de verdad. No se preocupen.

Ellos solo lo miraron subir las escaleras aunque la preocupación no se había borrado de sus ojos. Se sintió algo culpable por eso, pero había escusas que pudiera dar sobre su situación, no había forma en el mundo en la que pudiera decirle la verdad a su hermano y además, tenía miedo de que al saber sobre su deseo por Carol, Micaela y Kevin decidieran que lo mejor era que ya no se quedara tanto tiempo con ellos. Eso era algo que no deseaba.

Pensar en regresar a su casa, con sus padres y sus reglas todo el tiempo que no pudiera estar allí, no. Simplemente no podía dejar que eso sucediera, por mucho que confiara en su hermano, no podía decirle lo que sucedía. Era mejor enfrentarse a la excitación que Carol le producía lo mejor que pudiera, exactamente como había estado haciendo hasta ese momento. No era que espiarla estuviera bien, pero no la molestaba. Eso era lo que prefería pensar.

Con un suspiro se tumbó en la cama, la excitación que todavía permanecía en su cuerpo se hizo presente como una llamarada de fuego que lo hizo gemir. Necesitaba tocarse, liberar ese deseo que lo consumía. Sin pensar en nada se desabrochó el pantalón con rapidez sacando su erección de la prisión que lo sostenía. Cubriendo la extensión de su miembro comenzó a bombear su mano tal y como le gustaba, su mente se llenaba de todas las imágenes de Carol desnuda y mojada.

Con un gemido siguió tocándose mientras evocaba las formas sensuales de Carol, el agua recorriendo su figura. La deseaba tanto, la quería allí haciéndole todas las cosas que se había imaginado, sus labios alrededor de su miembro que solo clamaba por ella, como lo podía succionar con fuerza haciéndolo  gruñir de placer. Su mano se movía cada vez con más rapidez sin dejar de pensar en Carol ni un segundo. Sintió como el placer se construía con fuerza hasta que en su mente ella abrió los ojos y lo miró mientras lo chupaba, eso fue todo lo que necesitó. Con una gemido su miembro palpitó mientras los hilos de semen caían en su mano dejándolo sin aliento.

-Quise traerte esto solo....- la voz de Carol lo interrumpió entrando sin avisar a la habitación.

Él se congeló mientras ella miraba con ojos abiertos la escena. Ninguno se movió y no se escuchó nada salvo sus corazones acelerados en la estancia.  

Pasajes lujuriososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora