Fiesta en la oficina

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Era la nueva, Rocío era relativamente nueva en aquel trabajo. A penas tenía tres meses de llegar a aquel lugar, en la entrevista había estado algo nerviosa pero confiaba en las habilidades que tenía y con eso había podido conseguir el trabajo que tanto había necesitado, sin embargo jamás se habría imaginado que el puesto por el que estaba optando estaría ocupado por un ascenso de improvisto en la compañía y ella había terminado en un cargo de secretaria junto a uno de los jefes de la compañía, lo que la verdad había acabado siendo algo bueno, quién no querría quedar como mano derecha de uno de los jefes en la primera oportunidad de trabajo que le daban.

Por lo que para ella, sus primeros días de trabajo habían resultado fructíferos y estimulantes, había conocido a todas las personas que trabajaban en aquel piso de la oficina, había almorzado con ellos y acogido con agrado cada consejo ofrecido por los veteranos del lugar. Una de las cosas más extrañas que pudo observar pese a al buen recibimiento que había tenido en general, era que en aquel piso mejor conocido como el piso de los dueños, solo había cinco mujeres trabajando, el resto del personal era masculino contando por supuesto a todos los jefes, cada uno en sus respectivas oficinas.

No obstante, para Rocío todo esto quedaba sin cuidado mientras ella hiciera su trabajo de forma que no presentara quejas y la paga fuera buena, ya que había pasado unos meses espantosos sin trabajo y la verdad era que huía desesperadamente de ese pasado. Cada mañana resolvía los recados, formulaba todos los documentos solicitados, recibía todo documento y lo revisaba con mucho cuidado, es decir, buscando siempre que su trabajo llegara a la excelencia. Luego de los primero tres meses de adaptación, cuando ya todo había caído en la rutina, ella se sentía mucho más segura de su puesto y trabajaba siempre con el mismo esmero.

Al inicio todos sus compañeros de trabajo la habían observado con recato y algo de indiferencia pero luego con su cambio de paga, sus atuendos se hicieron mejores, se había podido arreglar un poco más por lo que su cabello castaño siempre estaba peinado de forma sería pero al mismo tiempo seductora, incluso gracias a su nueva confianza también había optado por usar algunos días tacones, que le daban estilo a su bonita figura. Cada persona, cada compañero de trabajo había ido notando los cambios obrados en ella, pasado el tiempo, estos cambios habían traído como consecuencia algo que ella nunca esperó: miradas sexuales de jefes y hombres de la oficina en general.

Originalmente nadie se había atrevido a comentar nada pero a medida que trascurría el tiempo, todos aquellos que en algún momento la habían mirado con algo más que compañerismo laboral, habían intentado invitarla a salir. Todas las invitaciones habían sido rechazadas por supuesto, pero las cosas habían cambiado y cruzado la línea una tarde en la que Julián, su jefe directo la había llamado a la oficina para preguntarle sobre un documento que ella había recibido el día anterior. Ella se acercó, esperando las preguntas típicas, pero su sorpresa fue que en un movimiento deliberado la mano de Julián había terminado en su culo.

Rocío asombrada por la audacia de aquel hombre, se había intentado alejar de aquel toque tan poco profesional pero él no la había dejado, había presionado su palma firmemente en su nalga pero sin mirar nunca a su rostro, como si nada de aquello estuviera pasando. Sin saber qué hacer, ella se había quedado allí, contestó todas las preguntas sintiéndose impotente y al mismo tiempo algo excitada, aquella era la fantasía más cliché del porno volviéndose realidad. Fue en esa forma que Rodrigo, otro de los jefes, los había encontrado, pero la mano en su culo nunca se movió.

Ella se retiró en cuanto las preguntas terminaron pero al salir de la oficina y sentir la mirada lujuriosa que Rodrigo le lanzaba supo que las cosas para ella habían cambiado radicalmente. Los días siguientes Julián la había llamado con mucha más regularidad a la oficina y todas las veces había aprovechado para tocar su culo con nada de sutilidad, Rodrigo por otro lado se la pasaba entrando a la oficina con excusas cada vez más tontas para observar o incluso en algunos casos también había rozado su culo con la intención de sentirlo. Rocío no sabía cómo reaccionar, ella era una mujer seria pero nunca se había sentido tan deseada y la verdad es que también se sentía excitada cada vez que era llamada para entrar en aquella oficina. No sabía cómo procesarlo pero era la reacción de su cuerpo lo que la sorprendía.

Pasajes lujuriososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora