Dos lindas estudiantes

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Eran amigas, siempre lo habían sido. Su amistad se había desarrollado con la rapidez con la que se desarrolla un rayo, sin embargo a diferencia del rayo la relación no había resultado para nada efímera. Carolina y Sofía, esos eran sus nombres. Ambas muchachas jóvenes, estudiaban juntas y de hecho era ese el modo en el que se habían conocido. Su amistad había iniciado en los años de preescolar y posteriormente nunca había sufrido ninguna ruptura. Estaban juntas esa mañana, siempre lo estaban, se habían sentado en uno de los bancos del colegio esperando el inicio de las clases como siempre lo hacían, comentando cosas banales solo para pasar el rato. Ambas eran infantiles, jóvenes en estado de adolescencia pero al mismo tiempo lo suficientemente mayor para tomar decisiones y que como cualquier otro deseaba crecer más rápido en busca de las libertades adultas.

-Mira allí están las zorritas- se escuchó de pronto en lo que pretendía ser un susurro. No obstante todo aquel que las conociera sabría que las personas siempre susurraban a su alrededor con la intención de que todo aquel que estuviera lo suficientemente cerca pudiera escuchar con claridad lo que se decía de ellas.

Carolina y Sofía voltearon a ver quiénes eran los que hablaban esta vez y sin mucha sorpresa notaron que se trataba de una serie de muchachas que estudiaban con ellas en la misma aula. Ambas observaron con fastidio el desarrollo de la conversación en susurros gritados para luego de unos segundos seguir en lo suyo, la verdad era que todo aquello había perdido la novedad hacía mucho tiempo ya, ambas se habían acostumbrado y aceptado el trato de ostracismo como una muy buena amiga y es que ellas mantenían sus razones en secreto.

Todo aquel tema, que resultaba ser un rumor total, se había esparcido como la peste negra con las consecuencia de la gripe española y el origen real se debía a unas tontas que había escuchado por accidente una conversación bastante subida de todo en el baño. Carolina y Sofía no lo habían hecho a propósito y habían estado hablando de la posibilidad de intimar por primera vez, ni siquiera había sucedido pero como siempre las malas palabras y malas obras resultaron ser dañinas y al momento de acabar las clases de ese día ambas habían sido nombradas las nuevas meretrices del colegio, por mencionar el nombre más bonito que pudieran decirles. En los días siguientes, la historia se había expandido, llegando a ser escuchada por los profesores y directivos del lugar, eso había terminado en un revuelo, pero más allá de utilizar a una profesora como chivo expiatorio para ofrecerles consejos no había sucedido nada.

Finalmente Carolina y Sofía se habían quedado con el apodo inmerecido y aunque resultara desagradable, en muchos de los casos también les había traído cosas buenas: de pronto todos los muchachos del colegio las conocían y las buscaban, la atención no estaba mal, los profesores muchas veces les colocaban buenas notas buscando mantenerse alejados de ellas y la mala opinión que las rodeaba, en algunos casos incluso habían notado como padres respetuosos les habían lanzado miradas lujuriosas poco propias de adultos serios, responsables y comprometidos en una relación matrimonial. Era de esa forma como la leyenda que había iniciado con un rumor se había vuelto totalmente realidad.

Todo sucedió de forma bastante simple, un día como cualquier otro, uno de los padres que buscaban a diario a sus hijas las había mirado con ese extraño anhelo tabú y ambas lo habían notado, aquello había resultado hilarante ya que aquel señor era el padre de una de las muchachas que más las llamaba "zorritas" a la menor oportunidad que se le ofrecía. Así que ambas por venganza habían decidido corresponderle con sonrisas inocentes cada vez que lo capturaban observándolas, por supuesto eso había sido toda la invitación que aquel hombre necesitaba. Los días siguientes ambas habían recibido y enviado mensajes con Rodolfo, ese era su nombre, hasta que en el orden natural de los hechos todo había terminado en conversaciones calientes.

Ya para este tiempo Carolina y Sofía no se leían ni comentaban las conversaciones mantenidas con Rodolfo, de hecho todo el tema les resultaba incómodo porque a ambas les gustaba el mismo hombre, eso nunca les había sucedido y como jóvenes infantiles que pelean por la propiedad del juguete, ambas le habían enviado el mismo mensaje: "¿A cuál de las dos prefieres? Tienes que decidir". Su respuesta sin embargo, las había sorprendido a ambas "Me gustaría tenerlas a ambas". Ellas se habían mirado con los ojos muy abiertos de la sorpresa pero no habían dicho nada.

Pasajes lujuriososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora