Continuación... Juegos en la oficina

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Ella estaba nerviosa, Rocío estaba nerviosa ese día. Era el día de regreso al trabajo, a su oficina luego de todo lo sucedido en la cena de fin de año. Un año nuevo, nuevas metas para su vida, y las exigencias sexuales así como las novedades estaban marcadas en su lista. Ella estaba consciente de que nada volvería a ser igual ni con sus jefes ni con el pequeño pasante de la oficina ya que con todos había cogido, cabe destacar que la experiencia había resultado totalmente deliciosa y había servido para descubrir nuevas cosas sobre ella, su personalidad y sus gustos, había sido una práctica llena de autoaprendizaje que le había servido de mucho para reevaluar muchas de sus actitudes con respecto a la vida y al sexo en general. Era por eso que en sus nuevas metas y visiones una de las primeras cosas que había escrito había sido la perspectiva abierta con respecto al ámbito sexual.

Era por esa razón que estaba nerviosa, luego de meditar profundamente sobre cómo debía continuar con respecto a la relación sexual que había desarrollado con sus jefes y compañero de trabajo había decidido dejar que la vida sucediera y que ella se adaptaría sin problemas a cualquier situación que se presentara. Llegando por fin al edificio que ocupaba el compendio de oficinas pertenecientes a la compañía donde ella trabajaba, entró saludando a todos sus conocidos, eran los típicos saludos luego del año nuevo que dabas a todos por cortesía. Observó con rubor y excitación el pequeño cuarto donde se había encerrado con Rodrigo aquel día, subió en el ascensor al "piso de los jefes" y luego entró saludando como había hecho en momentos anteriores.

Caminó hasta llegar a su escritorio y de inmediato comenzó a trabajar en su puesto, recibió infinidad de documentos, redacto cartas y documentos pertinentes, como siempre intentando que la eficiencia fuera su marca y reputación. En ese momento llegó Rodrigo a la oficina y como Rocío sabía que sucedería su rostro se ruborizó, sus manos comenzaron a temblar y su pulso se disparó junto a la excitación de su cuerpo, sintió como poco a poco se calentaba y tuvo que bajar la mirada para concentrarse nuevamente en el trabajo que estaba realizando, sin embargo no pudo hacerlo porque detrás de Rodrigo llegaba Julián a la oficina. Ella se mojó y se acaloró tanto que para darle un poco de consuelo a su cuerpo tuvo que cerrar las piernas buscando hacer un poco de presión en su inflamado clítoris.

Ambos hombres se saludaron y luego clavaron sus miradas en ella, lo que la hizo comenzar a temblar de nuevo, ya no podía estar más excitada pero supo que su ropa interior estaba empapada y así continuaría. Rodrigo se dirigió en ese momento a su oficina y Julián a la que le correspondía pasando por su lado, la mirada que le lanzó pudo haberla quemado. La miraba como si quisiera abrirla de piernas en ese mismo momento y cogérsela, ella simplemente correspondió su mirada sintiendo como su cuerpo reaccionaba.

Julián entró en su oficina entonces y no escuchó mucho más de él, ella se sumergió en el trabajo al igual que lo había hecho él supuso, ni siquiera Rodrigo que había tenido mil excusas para presentarse en la oficina de su socio se encontraba por allí. A Rocío la expectativa la estaba matando, su cuerpo continuaba realizando su trabajo como siempre pero su mente se hallaba en un lugar totalmente distinto. No podía dejar de pensar en esa noche, en sus travesuras, en lo que había sentido, lo que había dicho, lo que había hecho y su cuerpo caliente hervía en aquellos recuerdos. Sus pezones estaban tan erectos que estaba segura de que se podrían ver a través del sostén, su ropa interior estaba tan empapada que probablemente a esas alturas ya tendría una mancha visible en su ropa, sus mejillas se sentía como carbón encendido y el calor era insoportable.

Todo esto se repitió en su mente sin pausa hasta que en un momento cerca del mediodía Rocío llegó a su punto de quiebre, recogió los primeros documentos que recuperó del cajón de su escritorio, se levantó y se dirigió a la oficina de Julián sin pausa. La excusa más factible era que ella tenía que entregarle algunos de los documentos que llevaba por lo que tocó la puerta de la oficina y entró. Julián la esperaba con una sonrisa lujuriosa que le dijo que él la había estado esperando y eso le gustó.

Pasajes lujuriososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora