Déjenme contarles una historia, pero no una cualquiera,si no una que se sitúa en las más calorosas y peligrosas arenas del desierto, donde en un descuido, puedes perderte, entre todo aquel lugar un reino había, donde el sultán era muy bien respetado...
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— ¿Haré algo increíble contigo? No sé de qué hablas.
—Sabes los lapislázulis no son muy conocidos, son joyas que deben ser traídas de otro lado, pero son hermosas.
—No me agrada ser llamado hermoso por ti.
—No me refiero a eso, cuando tienes un nombre dado por los dioses se te da una misión.
— ¿Así? Y según tú ¿Cuál es mi misión? —se cruzo de brazos mientras le veía sin creerle lo que decía.
—Se dice que las gemas lapislázuli es un cristal de la verdad.
—Habla más claro y sin rodeos.
—Fomentan la dignidad, honestidad y rectitud. —le dio un leve golpe en la cabeza.
—Chuya comenzó a reír por ello, importándole poco el golpe— Lamento decirte que no soy eso que dices, he robado a numerosa gente eso no es honesto u recto y mucho menos para tener dignidad.
—Claro que sí, nunca te quedas con nada.
—Como...
—Cuando nos conocimos comentaste algo sobre mi pueblo, que debían ganarse la vida de diversas maneras, además por ver tu vestimenta sé que no te quedas con más de lo necesario.
—Yo... Aun así, ¿eso de que te servirá?
—Hay más significados que ese, revela la verdad interior.
—Verdad interior, ¿Revelar lo oculto?
—Podría decirse, puedes sacar lo mejor de las personas o lo peor, depende los sentimientos que puedan albergar.
—Repito, ¿Eso en qué te beneficia?
—Supongo que Kouyou ya debió comentarte algo de mí o si no todo.
—Sé lo suficiente.
—Mi nombre, me dio una maldición.
— ¿Ajá?
—No soy capaz de sentir emociones además de sed de sangre.
—No pareciera.
—Cuando has vivido lo suficientemente aquí, te das cuenta de que es mejor fingir lo que sientes a qué vean tus debilidades.
— ¿Todos saben sobre tu maldición?
—Sí, pero muchos no creen en ella, ya que me ven reír o enfadarme.
— ¿Entonces qué quieres que haga?
— ¿Dejarás de hacer preguntas? Piensa un poco.
El castaño se cruzó de brazos, le miro detenidamente, por su parte el de menor estatura solo suspiro y miro el cielo encontrándose con la luna a su esplendor, quería saber a qué se refería el castaño, pero sabía que ya no le diría más.
