Mirada Atlantica | Katelena

7

Dos semanas después, Kate Bishop necesitaba despejar sus pensamientos enmarañados que volvían a afectarla negativamente y la mejor manera era acudir al supermercado, ya que extrañaba su arco y flechas y en aquel momento estaban fuera del alcance, y además que sus entrenamientos no le satisfacían pues lo que necesitaba era la "acción real".  Sentir esa adrenalina en un combate, ya fuera para campeonato o para misiones como solía tenerlas con Hawkeye. Su mentor había salido de terapia intensiva, sin embargo, aún debía mantenerse estable para continuar con las sesiones de fisioterapia, eso se enteró debido a que echó un vistazo a una nueva laptop robada de Yelena. Desde aquel primer día que cocinó para las dos, la relación con ella mejoró, el humor de la rubia rusa era muy divertido y su risa era contagiosa. Además, Kate creía que existía un respeto mutuo y pareciera que Yelena estaba alejando poco a poco esa desconfianza que percibía hacia ella. 

—¡Hola Yelena! —saludó Kate desde el sillón de la sala en cuanto la rubia entró por la puerta principal del nuevo apartamento. 

—Hola, ¿Qué tal Katniss? —respondió al saludo la ojiverde dirigiéndose a la cocina. 

—Me encantaría conocerla —expresó la arquera con emoción siguiendo a la rubia—. Seríamos una dupla increíble.

—Creo que Katniss Everdeen no necesita un equipo. Le harías perder a su distrito. 

Yelena había visto, en las últimas semanas, películas con la arquera pues la chica de cabello negro se burlaba sobre su ignorancia por la cinematografía contemporánea y popular. Debido a esto, su estancia en los apartamentos era mayor, la ojiverde se lo permitía pues no era muy necesario estar fuera por varias horas, ya que estaba muy cerca de ejecutar una liberación de dos jóvenes bajo control mental que había estado vigilando cautelosamente.

—¿Perdón? Creo que estamos en un nivel bastante similar —manifestó con un poco de ofensa la chica de ojos azules tomando bolsas ecológicas que estaban cerca. 

—Si eso quieres creer, está bien. 

Kate rodó los ojos, era claro que la arquera del distrito 12 y ella harían un excelente equipo. 

—Lo creo porque es verdad… ¿Vamos ahora al súper?

—Ve tú, te espero. 

—¿Qué? —preguntó sorprendida. 

Yelena miró a Kate y soltó una risita. 

—Escuchaste bien, puedes ir tú sola. ¿Vas a regresar, cierto? 

La joven viuda negra lanzó aquella pregunta mirando fijamente a los ojos azules, que como siempre, le contestaban antes que la dueña pronunciara palabra alguna. 

—Claro, claro que sí —respondió emocionada.

—Muy bien —concluyó la conversación la rubia dando la espalda mientras llenaba un vaso con agua.

A la joven arquera le gustaba que la ojiverde confiara en ella. Era la oportunidad perfecta para escapar, pero dentro de ella no quería hacerlo. Y era de ahí donde comenzaba toda una revuelta en su cabeza, pero pensaría en ello en el camino. 

Fue hacia la rubia, sin pensarlo, y la abrazó por la espalda. 

Yelena al sentir unos brazos alrededor de su cintura, se congeló, pues sabía de quién se trataba y precisamente, esa presión alrededor de ella era insuficiente para considerarlo un ataque.

—Gra… gracias —agradeció con nerviosismo soltando rápidamente a la letal viuda negra para evitar que la noqueara por abrazarla—. Vuelvo... enseguida, sí. 

Yelena Belova tragó el agua que había quedado atrapada en su boca en cuanto la puerta del apartamento se cerró. No esperaba ese abrazo, fue extraño y tardó en admitir, para ella misma, que le agradó. Le agradaba Kate, a Yelena le gustaba estar cerca de la chica arquera. ¿Qué era lo que le pasaba? Creía que era debido a que Kate era muy transparente y lo más importante, es que causaba en ella una sensación de tranquilidad. ¿Le estaba tomando cariño? ¿Podía permitirse eso? ¿Podía una asesina entrenada también sentir cariño por una persona que era ajena de su pequeño círculo de personas de confianza: Alexei, Melina y Natasha?