Hasta luego

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-No exactamente, siento que lo conozco pero...no recuerdo su nombre o rostro aunque sus gafas no ayudan mucho ya que son oscuras y grandes-se quito las gafas y poco a poco abrió los ojos, eran de un azul tan profundo que parecía una piedra preciosa, yo conocía esos ojos, eran familiares, eran tan familiares esos ojos porque eran los mismos que veía cada vez que me miraba al espejo, era mi padre, me levante e intente retirar, hasta que me detuvo por el brazo, no podía más, este era mi limite-creí ser muy clara al pedirle que no empeorará mi semana, suélteme...señor.

-Eres mi sangre...-mi sangre hirvió, estaba cansada, dolida, triste y furiosa, su sangre... SU SANGRE...

-¡Eso no te importo durante años! ¿Tu conciencia quiere limpiarse? Pues no me importa un comino, nos abandonaste...

-Sigues siendo mi hija-lo dijo tan seguro de si, me le quede viendo un momento para saber si realmente lo decía o bromeaba, le di una cachetada, no puedo creer que después de todo lo que hizo...hizo llorar a mi madre mas que cualquier otra cosa, mi hizo tener una tonta ilusión, el no estuvo en ninguno de mis logros ni en ninguno de mis fracasos, el no era mi papá, el era un donador de espermatozoides-y vivirás conmigo.

-De eso no estaría tan segura siendo usted, se valerme por mi cuenta.

-No digo que no, solo que la ley así lo dice, dice que vivirás conmigo...- sentí como si una cubeta de agua fría me hubiera caído encima.

-Puede que viva con usted pero eso no evita que le tenga un rencor por todo el daño causado. No espere que le diga padre y mucho menos papá, perdió el derecho a ser llamado de tal manera, el día en que usted rompió todo conocimiento de nosotras, aun cuando le rogué porque volviera ¿Sabe por qué no me acordaba de usted? Porque me obligue a olvidarle, a dejarlo en el pasado, porque a los donantes de esperma no hay que reconocerles otra cosa mas que, eso, que yo fui uno de sus mejores espermas y ya, porque usted...-me faltaba el aire, mis manos temblaban-usted...-no podía respirar bien-no es nada más que un- me sostuve a la mesa-un cobarde, un cobarde sin nombre así que suélteme, no me conoce y estoy casi segura de que no sabe ni el día en que nací. Su memoria no da para eso.

Salí tambaleándome un poco hasta llegar con los chicos, buscaron en mi chamarra hasta encontrar el inhalador, el señor salió rápidamente tras de mi y corrí como si mi vida dependiera de ello, por suerte para mi había un parque donde podría esconderme un rato, seguí corriendo hasta dejar de escuchar a mis amigos y sus pisadas, de escuchar las pisadas de el, no podía ver, mis ojos estaban nublados por las lagrimas, estaba llorando, el maldito hizo que llorara.

Llegue al parque, me fui sentando debajo del árbol, me quede ahí no se por cuanto, mientras lloraba. Maldición, estaba llorando.

-Hija-dijo tomándome de una muñeca-hija-intente soltarme pero mis fuerzas se habían desvanecido-eres rápida.

-No lo suficiente-me quite las lagrimas-suéltame-mi voz sonaba rota.

-No puedo, si lo hago te perderé-se escuchaba triste, lo mire a los ojos-no puedo hacerlo otra vez.

-¿No te das cuenta?-dije irónica-ya me perdiste, me perdiste ese Lunes por la mañana, me perdiste en el momento en que dijiste que volverías , que volverías si me portaba bien, me perdiste al no regresar, me perdiste cada año, cada momento en donde yo era vulnerable con tu mención, me perdiste al hacerme sentir celos de otros niños con sus padres, me perdiste durante 11 años. Y ya no me puedes recuperar. No se puede volver y cambiar el pasado.

-Nunca fue mi intención lastimarte-dijo acariciado mi cabello-siempre te recordé y quise regresar, pero no podía.

-Durante mucho tiempo dese que regresaras, que me dijeras 'bien hecho pequeña' pero nunca paso, durante mucho tiempo escuche llorar a mamá, tenía 7 cuando yo me entere de su enfermedad, cumplí 8 cuando empece a meterme en concursos donde ganara dinero para sus medicinas, al tener nueve vendí infinidad de cosas, gane bastante dinero para gastarlo casi inmediatamente, a los diez yo no jugaba con ningún niño, y me he partido la espalda para llegar a donde estamos ahora-mi voz se quebró-a donde estoy ahora-El silencio era abrumador, se escuchaba a lo lejos algunos perros, algunos pasos y nuestras respiraciones-Odio febrero, lo odio con toda mi alma y para el colmo me hiciste romper la ultima promesa que le hice a mamá, no has hecho nada bien durante años, y vienes a hacer más miserable el peor día de mi vid-dije solo por decir-dices que nunca quisiste hacerme daño, pero lo hiciste así que suéltame pera poder irme, acomodar mis cosas e intentar olvidar esta noche.

-No puedes olvidar esta noche tienes que ir conmigo para vivir, te he dejado con tus amigo pero ya estoy aquí.

-¿Quién me asegura que no te iras otra vez?-dije para lastimar, sabia que le dolía y lo dije.

-¡Suéltame!¡maldito desgraciado!-la voz de Alex sonó bastante alto. Intente ir hacia mis amigos pero el señor me lo impidió.

-Déjame ir con ellos...

-Te acompañare y podrás ir pero no podrás soltarte de mi ni volver a huir, además, les dirás quien soy, no quiero que piensen que te he hecho daño-asentí la cabeza rápidamente y fuimos hacia mis amigos.

-Alía-dijeron todos a la vez-¿Estas bien?

-Físicamente si.

-¿Nos puede explicar que hacen sus manos encima de nuestra amiga? ¿Senador?

-Chicos... Este señor es...mi... Donador de esperma-Todos se quedaron viendo con cara atónita-el copulo con mi mamá.

-¿El senador es tu padre?-pregunto Alex con voz asombrada y un poco lastimada.

-Yo...

-¡Todo este tiempo creí que luchabas! ¡Que necesitabas ayuda! ¡Nos mentiste!

-Yo no...-mis ojos estaban nublados y mi cuerpo temblaba.

-¡Nunca debí confiar en ti!-empece a llorar-Tania tenía razón, solo nos usaste-mi llanto no paraba, el era un gran amigo pero no soportaría que me hablara así.

-¡No sabia que era senador! No sabia quien era, lo borre de mi mente hasta hacerlo un cuerpo sin rostro-me miro asombrado nunca le había gritado a nadie-Eres un idiota, un idiota al que llamo amigo, un idiota-Todos me miraban asombrados, nunca había dicho una grosería además de maldito o cosas así, nunca había pronunciado idiota en voz alta y yo los regañaba por decir groserías tan fácilmente, el senador me jalo y yo como muñeca de trapo lo seguí-hasta luego amigos, les deseo lo mejor. Se que tal vez ya no quieran hablar conmigo pero les agradezco su amistad.

Y después me fui con mi supuesto progenitor, escuche que me llamaban pero no pude voltear porque mi rostro estaba lleno de lagrimas y las palabras de Alexander me lastimaban en lo mas profundo de mi ser. Avance lentamente por el camino que el senador dictaba, llegamos a un auto y subí. Yo desentonaba drásticamente con el automóvil y cada vez que veía al señor, cada vez que lo observaba me daba cuenta en las similitudes que teníamos el y yo, para empezar estaban los ojos, las orejas eran similares, las facciones delgadas pero un poco angulosas, su cabello ondulado. El y mi mamá eran muy distintos, ella tenía una piel morena, su cabello negro era una cortina de seda, su rostro era ovalado, labios gruesos y ojos un poco rasgados, su cuerpo era con curvas y bajo de estatura, su sonrisa era una maravilla y sus ojos eran de un café intenso y como dijo su jefe, ella era un ángel.

Alía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora