Nuevos compañeros

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—Buenos días, mi nombre es Alía Lugo Blanco, me gusta leer y practico judo—dije con la mirada gacha, alce el rostro poco a poco y sentí como mis mejillas se ponían coloradas—mucho gusto, espero que nos llevemos bien—les di una pequeña sonrisa. Comenzaron a alzar las manos.

—¿Cuál es tu comida favorita?—un chico se levanto y me pregunto, era mediano con cabello castaño claro y rostro algo redondo.

—M... La verdad no lo sé, amo los postres pero... No hay algo que diga que es mi favorito, aunque me encanta el chocolate... No podría saber cuál es mi favorito, lo siento—el chico, se sentó con un poco de rubor en sus mejillas.

Una chica rubia se levanto rápidamente. —¿En qué eres mala?

—Soy mala para un montón de cosas, nunca me salen las trufas, mi coordinación en el baile es nula, no sé cantar bien, bueno eso creo, m... Me ponen nerviosa las multitudes y soy mala socializando, aunque claro no son mis únicas fallas, la lista es larga—le dedique una sonrisa.

—¿Eres becada?—todo el salón se quedó callado, nadie sabía de dónde venía la pregunta y la pregunta en sí sonó como si quisieran herir, volví a sonreír.

—No, hasta hace poco lo era, postule junto a otros para la beca escolar del 100% pero aunque gane, por decirlo de una manera, ya no la tengo, gracias a otra situación, por cierto, me quiero disculpar de antemano, suelo ser muy buena en la escuela, es costumbre, en mi casa me exigen muy buenas notas y suelo se una insufrible sabelotodo. Así que si en algún momento les molesta, díganme e intentaré solucionar la problemática.

—Muy buenas respuestas señorita Lugo puede pasar a su lugar. Les dejare platicar para que conozcan a sus nuevos compañeros.

Algunas personas se reunieron a mi alrededor rápidamente.

—Hola—dijo Raquel.

—Hola Raquel.

—¿Qué piensas de esta escuela?

—Creo que tiene un fabuloso método de enseñanza y...

—No me digas esas tonterías, puedes hablar normal ahora que no está el maestro.

—¿De qué hablas? Yo hablo así, además había querido venir a esta escuela desde que supe de su maravillosa beca y plan de estudios.

—Entonces...—dijo otro chico—¿te molestan las multitudes?

—M-me incomodan, soy... Soy algo reservada.—Raquel se fue, dejándome con 4 chicos, esto era algo incómodo.

—¿Sueles mover tanto las manos para hablar?

—Si, es como una manía, siempre lo he hecho, mi madre me decía que parecía italiana...

—¿Qué circunstancias hicieron que dejaras de tener la beca?

Baje la mirada y comencé a ver mi dedos jugar.

—Después de que mi... Madre murió... Mi, mi padre... Tomo mi custodia.... Yo la verdad no quiero hablar de eso.

—Si, lo lamento tanto... Yo no creí que... Lo siento—El chico era alto y tenía su cabello castaño desordenado, sus mejillas estaban con rubor y sus ojos se mostraban tímido.

—No te apures, no es tu culpa—Vi que quería replicarme—lo pasado pisado.
Me empezaron a hacer muchas preguntas, las que intente contestar.

—Chicos... Lo lamento pero tenemos cambio de clase y... Llegaremos tarde.
Me levante y tome mi mochila, cuando me dirigía a fuera me encontré a todas las chicas juntas—Chicas, lamentó no poder presentarme, yo no pude... Si necesitan algo puedo intentar ayudarlas, no duden en venir conmigo.— salí del salón para ir corriendo a mi siguiente clase.

—¡Alía! ¡Te toca conmigo, ven!

Por suerte para mí era Mauricio, saque un suspiro y pude desestresar mis hombros, corrí hacia él y cuando llegue le di una sonrisa.—Que alivio....

—¿Muchas personas?

—Si... Los chicos parece amables pero eran demasiados... ¡En fin! ¿Qué me dices de tus otros compañeros?

—Se ven bien, digo todos parecen ser buenos, aunque no lo sabemos.

—Todos son amables lo que en cierta parte es raro para mí... La gente no solía tratarme así...

—Si bueno, estás más abierta a la comunicación, vi que te acercaste a las chicas, nunca lo hubieras hecho en secundaria.

—Tienes razón, pero como ya no necesito matarme estudiando creo que puedo intentar socializar más con otros, no es que quiera perderlos a ustedes como amigos, porque los quiero mucho pero quiero saber cómo es ser solo una estudiante, no quiero sentirme sola cuando ustedes no están para mí—lo último lo dije casi en un susurro, esperaba que no me hubiera escuchado, al parecer fue así por lo que seguimos nuestro camino.

La escuela fue prácticamente igual que en la primera hora, la mayoría se mostraba amable y abiertos, a mí me costaba mucho hablarles sin tartamudez mucho por lo que empecé a mover mucho mi cabeza evitando hablar.

Al llegar a casa me di cuenta de que todos estaban reunidos, la señora y el señor, sus hijos y otras personas que no conozco.

Alía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora