Fin del día Comienzo de un "algo"

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Pero me gustara o no era hija de ambos. Nos detuvimos frente a una casa crema, con ventanas azul marino puerta de madera tres pisos y dos balcones a la vista, su jardín era puro pasto a excepción de un árbol gigante frente a la casa, no me gustaban los jardines así, a mi me encantaban llenos de flores, de color.

La puerta era grande y rojiza, al abrirla me encontré sin respiración, me recordaba a las casas de mis amigos. Era amplia y espaciosa, las escaleras se apreciaban desde que entrabas, los pisos de madera eran oscuros y las paredes color crema, tenían un estilo clásico pero moderno, algunos muebles de espejo y todo se veía tan irreal, todo era hermoso.

-Todavía no te he comprado una recamara, no quería equivocarme al comprarla-y entonces la realidad llego.

-Me gusta mi recamara, es de hierro por lo que es pesada de trasladar, blanca con un hermoso trabajo ya que parece estar hecha con rosales de hierro, solo hay que trasladar mis cosas aquí, aunque pensándolo bien mejor que se queden donde están.

-¿Por qué se quedarían tus cosas allá?

-Porque así sería más fácil cuando me independice, lo mas tardado de todo es el papeleo, pero tengo cada aspecto asegurado, tengo dinero suficiente hasta los 22, una grandiosa beca para la escuela, estoy trabajando actualmente, poseo una casa.

-No te iras de esta casa hasta que tengas una carrera.

-No te preocupes será dentro de poco, planeo saltarme unos grados, ya no tengo ningún problema en ello, antes me quedaba ya que mamá pensaba que era necesario que yo pasara por todos los grados académicos, pero si lo que deseas es que tenga una carrera solo espera, terminare mi carrera técnica en contabilidad, y después iniciare con mi licenciatura

-Tu cumpleaños fue el 14 de febrero-me quede callada, le había dicho que no creía que se acordara de eso, pero lo hacia.

-¿Sabes qué cosas también pasaron el 14 de febrero?-asintió-¿De los que me acuerde?-volvió a asentir-Bien, a los 6 años mi padre me abandono-su rostro palideció, no creo que se acordara de eso, y este ultimo cumpleaños mi mamá falleció.

La casa estaba en un profundo silencio, incluso nuestras respiraciones parecían sentir la tensión al bajar su sonido al mínimo.

-Voy a dormir en la sala-dije después de unos minutos-¿Donde es?

Lo seguí hasta que llegue a una habitación simple, colores básicos como el blanco y un poco de negro, me dio una camisa de quien sabe quien y me cambie cuando se fue. La habitación era del tamaño de mi sala y comedor junto a la cocina, era enorme, tenía un baño propio y un clóset mas grande de lo necesario. Me recosté intentando dormir, hoy habían pasado muchas cosas, fue el funeral de mi madre, conocí a mi progenitor, sufrí el rechazo de Alexander y posiblemente había perdido a mis otros amigos, pero tenía que levantarme temprano e irme rápidamente por mis cosas y para poner en orden todo en la casa. No la había visitado desde hacia una semana... Dejaría de pensar en esas cosas, ya había llorado hoy además tenía que dormir.

No podía dormir, ya habían pasado 10 minutos y no podía dormir, salí para tomar un poco de té y así poder dormir tranquilamente, por fortuna logre hacer mi té sin ningún percance, lo único que me faltaba era una taza y ya las tazas estaban en lo alto de la repisa y a pesar de que era mas alta que mi madre no podía llegar ahí, me subí al lavabo para alcanzar una taza y escuche una pequeña risa, era un chico en la entrada.

-¿Quién eres tú?-pregunte algo enojada, me baje lentamente y me encontré con un chico sumamente alto, debía de medir 1.80 y yo le llegaba apenas al hombre de puntitas-¿Qué haces aquí?

-Soy Eduardo y viene porque no podía dormir-dijo divertido ¿Que le divertía? No había nada de divertido.

-Permiso, mi té está detrás de ti-dije acercándome, me serví mi bebida y empece a buscar miel.

-¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Qué buscas?-dijo con una sonrisa el gigante de Eduardo.

-Mi nombre es Alía, no podía dormir y busco miel-lo ignore y seguí buscándola, no estaba en la alacena, comencé a buscar en los cajones y cuando la encontré me sentí muy feliz, la agregué y me fui a la habitación donde me había puesto el senador. La habitación era linda, encendí la luz y empecé a tomar el té con tranquilidad.

Esto era el cielo, comencé a dibujar hasta que me quede dormida y solo así pude conciliar el sueño.

Alía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora