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A la mañana siguiente, el suave canto de las aves hizo que me despertara después de un letargo sueño. Me moví por la cama estirando brazos y piernas buscando el cuerpo del de cabello blanquecino, sin embargo tuve que abrir los ojos para descubrir que estaba sentado en el borde del colchón fumándose un cigarro.

Me di cuenta de que se había vuelto a quitar la camiseta para dormir, dejando mostrar su espalda llena de cicatrices.

Me incorporé levemente frotando mis ojos llenos de lagañas, solo espero que de esta manera no me vea como una maldita psicópata. Realmente me da un poco de vergüenza que me observe recién levantada.

Volteó su rostro fijando su mirada en mí.

—¿Fumando de buena mañana?, no creo que eso vaya muy bien a tu salud –rió acompañado de un pequeño suspiro. Me acerqué a él para poner mi mano sobre su ancha espalda para hacer un suave recorrido sobre su columna vertebral –. Considera el dejar de hacerlo, quizás eso te ayude.

Apagó el cigarro en el cenicero que había en su mesita de noche, para luego girarse y tumbarme de nuevo poniéndose él encima. Parpadeé un par de veces sin entender su repentina acción, pues sus manos estaban más calientes que de costumbre, ya que me estaba sujetando de las muñecas.

—Y yo te considero muy agresivamente que dejes de tocarme la espalda de esa manera, quizás eso te ayude en algo –sus mejillas se tornaron de color carmesí al igual que las mías. En eso que mi estómago empezó a rugir. El de ojos rojos como la sangre sonrió maliciosamente –. Tienes hambre, también te considero que me pongas en tu menú para que me puedas comer entero...

Fruncí el ceño al escuchar aquellas palabras llenas de narcicismo. Me lo quité de encima arreglándome un poco el cabello en cuanto me levanté de la cama.

Minutos más tarde, salimos de la habitación descubriendo a Fell tirado en el sofá con los ojos cerrados, supuse que estaba echando una pequeña cabezadita. Papyrus puso los ojos en blanco antes de dirigirse directamente hacia la cocina para ponerse un delantal negro.

Tragué saliva nerviosamente sintiendo como de nuevo las mariposas inundaban mi estómago, el poder verlo con un delantal puesto y sin camiseta... ¡Era todo un ensueño!

Ya podía imaginar todo un futuro juntos, él cocinando el desayuno totalmente desnudo con aquella prenda que apenas le tapaba mientras que yo le abrazaba por detrás. Todo en un buen piso, grande e iluminado por los enormes ventanales. Casi babeaba al pensar en ello.

Agité la cabeza apartando esos pensamientos, ¡¿qué demonios me estaba pasando?!

—¿Qué piensas hacer para desayunar? –traté de mantener la compostura. El de cabello blanquecino sacó los utensilios necesarios para luego empezar a cocinar como si de un chef maestro se tratase.

—Mi especialidad, es un secreto –me guiñó un ojo –. Ya verás.

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Al fin llegó la hora de volver a mi casa. Me detuve en frente de Papyrus mientras que me colocaba mejor la mochila sobre mi espalda. Se apoyó en el marco de la puerta mirándome fijamente. Fruncí los labios armándome de valor para acercarme a él y darle un beso en la mejilla, aunque con un poco de dificultad por su altura.

Su rostro estaba más rojo que el de un maldito tomate. No obstante, no le dije nada más emprendiendo mi camino de vuelta.

Sonreía tontamente, si no hubiera sido por el pequeño percance con aquel cliente del que hablaron los dos hermanos, entonces la noche hubiera sido perfecta. Mi mente recordó que Papyrus me quiso decir algo en cuanto Fell nos interrumpió, al fin podría haber sabido el porqué últimamente estaba extraño con mi presencia.

✧*。ռɨñata ɨռɢɛռʊa✧*。/human!fell Papyrus x reader/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora