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Al final me pasé casi toda la noche dando vueltas sobre el colchón hasta que caí rendida por el sueño. Me encontraba muy cansada, necesitaba descansar un poco.

Sin embargo, ya era Domingo por la mañana, aunque tampoco es que haya descansado lo suficiente como para estar al cien por cien.

Estiré uno de mis brazos hacia arriba, no tenía ganas de salir de la cama, con lo que decidí darme la vuelta para seguir durmiendo. No obstante, fruncí el ceño al sentir una presencia justo en frente de mí. Abrí los ojos lentamente con la sorpresa de toparme con el rostro de Papyrus completamente dormido.

Estábamos a tan escasos centímetros del uno al otro que tan solo decidí posar una de mis manos sobre su mejilla, acariciarla gentilmente.

De repente, su mano subió lentamente sobre la mía abriendo escasamente los ojos para luego, atraerme con su brazo quedando su cabeza justo por la parte inferior de mi cuello, abrazándome por la cintura y suspirando pesadamente.

No había dicho absolutamente nada acabando por dejar de moverse, como si quisiera él también seguir durmiendo. No tuve más remedio que colocar mis manos sobre la parte de su nuca, además de acomodar mi cabeza sobre la almohada.

Puse una mueca.

—¿Cómo te fue? –mi voz era tranquila, de recién despertada. El de cabello blanquecino tan solo se limitó a abrazarme más fuerte apegándome más a él.

—Ahora mismo no te preocupes... No pienses en ello –su tono de voz era ronca por acabar de despertar, era todo un ensueño echo realidad. Parpadeé un par de veces notando como el cansancio volvía a invadir mi cuerpo –. Estás cansada, deberías de seguir durmiendo. –observé el cristal de la ventana pensativa.

—¿Te apetece quedarte hoy también?, mi madre no volverá hasta el Lunes y... No me hago la idea de quedarme sola, no aún. –le acaricié el cabello algo alborotado. Asintió con la cabeza.

Sin previo aviso, coló una de sus manos  por dentro de mi camiseta tocando mi piel de manera lenta, suave. Se me puso la carne de gallina, su temperatura era templada, con lo que era agradable su tacto.

Me mordí el labio inferior nerviosa, no había dejado que nadie me hiciese este tipo de cosas a excepción de Sans, pero sin llegar a este punto. Siguió deslizándola para tocar mi espalda, hasta que finalmente la volvió a bajar llegando a mi cadera.

—Tienes una piel cálida... Suave... –espetó casi en un susurro provocando que mis mejillas se volvieran aún más rojas de lo que ya eran. Apreté los ojos con fuerza cuando puso su mano por debajo de mis pantalones con cuidado, tocando la ropa interior con los dedos –Pero estás tensa –se separó un poco de mi para observar mi rostro enrojecido –. No te voy a hacer nada, a no ser que tú me lo pidas.

Terminé por abrir los ojos para mirarle a él directamente. Su tono de voz había sido firme y serio, como si se hubiera comprometido a ello. ¿Entonces quería decir que se estaba conteniendo?

Aclaró su garganta antes de incorporarse sobre el colchón sentándose. Se rascó la nuca como si echara en falta algo.

—No irás a fumar aquí. –se detuvo por unos instantes. Entonces yo también me incorporé levemente apoyándome sobre mis brazos. Papyrus miró una vez más los moratones que tenía por la piel.

—No me he traído el paquete de tabaco –contestó –, tampoco es que fuera a infestar el cuarto con su aroma –frunció los labios levantándose de la cama –. Te he traído dos camisetas que te podrán cubrir hasta los codos y la mitad de los muslos –cogió las dos prendas entre sus brazos –, así no tendrás que llevar los guantes. –puse una mueca en cuanto me las dio.

✧*。ռɨñata ɨռɢɛռʊa✧*。/human!fell Papyrus x reader/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora