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Y así fue como su promesa de venir cada fin de semana se volvió poco a poco de verdad. Casi todos los viernes aparecía siempre apoyado en el borde de mi ventana o simplemente sentado en la cama.

Cada vez que estaba conmigo sentía que esa conexión de amistad ganaba cada vez más terreno hasta el punto en el que todos los días por las noches lo echaba de menos.

La manera en la que me hacía reír me hacía sentir especial, como si fuera una de las personas más importantes de su vida. A poco que, poco a poco fue mejorando su amistad con Sans, aunque tampoco es que se llevaran especialmente bien, al menos ya no peleaban cuando volvíamos los tres juntos a la salida del instituto.

Lo más extraño que noté fue la poca confianza que le estaban teniendo la pandilla a Papyrus, pues me atendía más a mí que a ellos, aunque al principio no lo hiciese mucho. Igualmente tenía un mal presentimiento sobre aquello.

Fruncí el ceño pensativa mientras que miraba por el cristal de la ventana las numerosas flores que se posaban en los árboles gracias a la primavera. De pronto, una mano grande y tibia por la temperatura me sacó de mis letargos pensamientos. Parpadeé un par de veces mirándole a los ojos a Sans, pues esta vez me había quedado a dormir a su casa.

—Últimamente estás muy distraída, ¿te encuentras bien? –estiré una sonrisa en mi rostro asintiendo con la cabeza, no quería preocuparle por estupideces que se me montan en la mente –No me convence mucho tu respuesta, pero supongo que lo dejaré estar por ahora. –suspiré agradeciendo interiormente que no insistiera con el caso.

Se quitó la camiseta que llevaba dejando mostrar su torso bien formado y desnudo, pues cuando llevaba la chaqueta encima parecía más rellenito que ahora, aunque ahora me mostraba su ancha espalda. Abrió su armario dejando mostrar una enorme fila de camisetas blancas. Chasqueé la lengua elevando mi mirada al cielo.

—¿No quieres que vayamos juntos de compras? –cogió una camiseta cualquiera, no sin antes haber meditado sobre cuál de todas cogía para poder dormir –, te vendría bien renovar un poco el armario.

—Los hombres tenemos muchas normas en común –cerró las puertas del armario para darse la vuelta mostrándome su abdomen, el cual mi mirada era la única que tenía encima –. Norma número uno: nunca vayas con tu mejor amiga de compras, o de verdad pasarás un mal rato las próximas cinco horas de tu vida –se puso la camiseta haciendo que mis ojos volviesen a subir cruzándome con los suyos –. Puedo asegurar de que eso es cierto.

—Oye, ir conmigo no es tan malo, ni que fuese la primera vez que vamos –alzó las cejas divertido por mi contestación –. Bueno, está bien, puede ser que hayan algunas tiendas en las que tarde más de lo habitual, pero...

—En las tiendas de ropa interior es donde lo pero lo paso –me iterrumpió metiéndose en la cama conmigo –. Aunque, siendo completamente sinceros, la mejor parte es cuando vas a los probadores para mostrarme como te quedan los sujetadores. –enseñó esa sonrisa que le caracterizaba tanto, pero esta vez tenía un aire picante. Reí por sus palabras.

—Por algo somos mejores amigos y para algo estamos, ¿no?, tu opinión ahí es algo muy importante. –suspiró pesadamente mientras que apagaba la luz para luego meterse entre las sábanas.

—Ya... –me acerqué a él para que me rodeara con sus brazos de manera que mi cabeza quedaba casi en su pecho. Me dio un cálido beso en la frente –No es fácil hacer ese "trabajo" por así decirlo.

—¿Porqué lo dices? –me separé un poco de él para poder mirarle a los ojos.

—Oh, no, por nada en... Especial –su tono de voz sonaba más entristecido que de costumbre. Achiné los ojos pensativa, ¿qué le ocurría? Sin embargo se puso a reír –. Si me sigues hablando de esa manera al final me dormiré, tu voz me tranquiliza mucho. –sentí un leve rubor en mis mejillas.

✧*。ռɨñata ɨռɢɛռʊa✧*。/human!fell Papyrus x reader/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora