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Pasé a la habitación del más alto con la sorpresa de encontrármelo allí mirando el cielo nocturno por la ventana. Cerré la puerta detrás de mí llamando ligeramente su atención. Él llevaba una camiseta de tirantes negra junto con unos pantalones cortos de deporte grises.

Deposité lentamente la mochila en el suelo sintiendo como un leve rubor subía a mis mejillas, muchas cosas sucedían dentro de mi cabeza, pero, no debía de pensar en ello.

La habitación tan solo estaba tenuemente iluminada por una lamparita que tenía sobre un estante, cosa que causaba que el ambiente, a mi parecer, fuese algo más íntimo que de costumbre.

Me acerqué a Papyrus sin apartar mi mirada en sus ojos.

—Sabes... Tu compañía durante todos estos meses no me ha venido nada mal –sonrió –. Quiero decir, me has enseñado bastantes cosas, y no creía que llegaríamos a estar aquí, los dos solos –aclaró su garganta mientras que rascaba su nuca –. Quiero hacer una cosa, pero espero que no te enfades.

—¿El qué? –pregunté curiosa observando como se acercaba aún más a mí. Parpadeé un par de veces dándome cuenta de que sus mejillas estaban igual a las mías. Apartó su mirada hacia un lado totalmente avergonzado.

—¿Sabes qué?, me importa una mierda tu opinión sobre lo que vaya o no hacer, no aguanto ni un segundo más –replicó asustándome por unos segundos acabando por cogerme del rostro con sus dos manos –. Me voy a odiar a mí mismo por hacer esta gilipollez.

No obstante, parecía que todo se hubiese detenido cuando sentía algo cálido tocar mis labios. El causante de esa calidez eran los suyos.

Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho, era todo tan surrealista que pensaba que era un sueño. En eso que después de unos pocos segundos separó ligeramente su rostro del mío, no muy lejos para poder mantener esa pequeña distancia que provocaba el querer seguir.

—Paps... –espeté casi en un susurro sin poder decir nada más, pues sus labios volvieron a sellar los míos de una manera más fogosa.

—Cierra la boca y déjate llevar...

Nuestros besos se intensificaron de tal manera que nuestras lenguas danzaban entre sí dándome cosquilleos por todo mi ser. Mis manos instintivamente se engancharon a su nuca, aunque su cuerpo lentamente me empujaba hasta llegar al colchón de la cama, en donde poco a poco me acosté con él justo sobre mí.

Yo no era de esas personas en las que iba rápidamente al objetivo, sin embargo, él desprendía algo que me atraía cada vez más y más a su tacto, a sus caricias, a su manera de demostrarme su "te amo, te deseo y eso es lo único que me importa".

Una de sus manos viajó por debajo de la camiseta soltando una pequeña risa al descubrir que solo llevaba la ropa interior y no los pantalones. Me estremecí ante su contacto acariciándome la cintura mientras que sus besos tranquilamente pasaron a mi cuello.

No dejaba de soltar suspiros, ahora mismo mi mente estaba totalmente borrosa, tan solo sentía su calor encima de mí.

Pero, me puse rígida como una piedra cuando trató de alcanzar a uno de mis senos, pues mis pensamientos de aquel día de cuando sucedió todo aquello volvieron a mi cabeza, sintiéndome sucia y miserable de nuevo. Tragué saliva nerviosamente.

—Espera, espera un momento –lo aparté gentilmente haciendo que se parase de inmediato –, yo... Lo siento, no puedo... Es que, por lo que pasó, yo... –entonces un sentimiento de culpabilidad inundó todo mi ser haciendo que mis ojos se volvieran cristalinos.

Papyrus me miró de arriba a bajo en cuanto me incorporé para sentarme, hundiendo mi cabeza entre mis manos. Suspiró pesadamente para levantarse de la cama, apagando la luz que emitía la lamparita dejándonos completamente a oscuras. Sentí su presencia justo delante de mí escuchando como se agachaba a mi altura.

✧*。ռɨñata ɨռɢɛռʊa✧*。/human!fell Papyrus x reader/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora