Capítulo III.

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«Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechoso como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas.» -El Nombre de la Rosa.


Capítulo III

Marzo.
(Primavera).

Daegu estaba convirtiéndose en mi lugar favorito, por primera vez en años puedo admirar lo que es tener primavera; hojas nuevas, viento fresco y lindos árboles de cuyas ramas brotan hermosas flores, la vista era espectacular fuera de la cotidiana nieve que teníamos en Ggweing. Me gustaba el frío, pero también me gustaban los colores, los vientos que no congelaban tu nariz y la libertad de usar un pantalón corto para ir al estudio. Estaba siendo un día increíble y había amanecido con muchos ánimos. Quizás fue porque no recuerdo que soñé o porque cierta persona no se ha presentado en alrededor de un mes, tal vez la Tierra se lo tragó y lo escupió al otro lado del mundo, sería lo mejor para ambos, para todos.

Al llegar al estudio me di cuenta que no había sido así. Sus manos pintadas en negro y rojo llamaron mi atención y fui a parar en el cuadro frente a él antes que en su persona; habian dos personas, podian verlas a pesar del mal manejo del pincel y lo que sea que hizo con sus manos, una estaba pintada en rojo y la otra en negro, no tenian caras, solo parecian sombras, pero estaban juntas, abrazadas, ansiosas por permanecer de esta forma por toda la eternidad. No había cielo despejado o nublado detrás de ellos, solo estaba el lienzo desnudo cuyos únicos colores eran las dos personas en el centro.

-Creí que llegarías más tarde -dijo y yo dejé de mirar el cuadro para verlo a él. Su camisa negra estaba manchada con los colores que utilizó y arremangada en los codos como si hubiera querido impedir mancharse. Fracaso.

Había algo en su pintura que me hizo volver a verla, era extrañamente llamativa aunque no fue la mejor que haya visto. Con JeonSoo hemos ido a unas dos galerías de arte donde las nuestras se han vendido rápidamente bajos nuestros seudónimos porque no podíamos hacernos notar con nuestra verdadera identidad, así que, no me sorprendo con facilidad, pero con ninguna otra había sentido esa atracción que me impedía dejar de mirarla.

-¿Qué significan? -pregunté dejando mis cosas a un lado, olvidando mi odio por él para acercarme al lienzo impuro, manchado por la belleza del arte, pero las sádicas manos de un asesino.

Sabía que me lo diría sin vergüenza, YoonGi no era alguien que mantuviera encubiertas algunas cosas, solo escondía lo que se trataba de él con los demás o cuando sabía que ciertas cosas no harían bien, como sus planes ajenos a SooRim, JungKook y a mí. Idiota. -Fue el abrazo que siempre quise, pero jamás tuve.

-¿Tú y tu padre?

-Tú y yo.

Él y yo, yo y él, nosotros, juntos, abrazados, pintados, deslumbrados, liberados, hechos arte por manos de un humano sin la destreza que se necesita para esto. No vale la pena más allá de mi atención, para otros simplemente será un cuadro sin valor.

Fingí que sus palabras no me habían desconcertado y di la vuelta para sentarme frente a mí lienzo en el cual he trabajado durante días, he pintado una y otra vez sobre él y siempre terminaba pintando más y más creando capas de colores, pinturas plasmadas en algo inútil que no tiene sentido y que trataba de solucionar cubriendo con más colores. Era inútil. Siempre perdía el sentido de lo que quería plasmar porque no sabía qué era exactamente lo que quería.

Bittersweet Dream | YoonMin #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora