«No tengo idea de qué me espera, o qué ocurrirá cuando todo esto termine. Por el momento sé esto: hay gente enferma y necesito curarlas.» -La peste. | Albert Camus.
Capítulo V
Dos meses atrás:
Narrador: Desconocido.
Las hojas secas crujían bajo mis pies mientras me adentraba al bosque que contenía tantos llantos y gritos de las víctimas que una vez observe desde la distancia; como tomaba sus cuerpos y las manipulaba para lanzarse al mismo río donde llegué, a veces aún extraño ver cómo sus cuerpos se desarmaban al caer al agua y emergían destrozados para luego ser encontrados congelados o hechos pedazos por animales que aún rondan estos lugares y ahora con más intensidad ante la soledad del pueblo.
Metí mi mano en el agua sintiendo como la corriente quería llevarme y sonreí por el recuerdo de JeonSoo cayendo en este mismo lugar, tuvo suerte, y él chico corrió en su ayuda también. Una suerte que no volverán a tener.
-¿Qué quieres de ellos?
Su voz me trajo de vuelta al mundo real. Lo había olvidado.
-¿"De ellos"? -repliqué caminando hacia él, su rostro se encontraba vivo entre tanto color rojo intenso que caía para manchar su desnudo torso- No quiero mucho.
-¿Entonces por qué estás haciendo todo esto? -Era admirable cómo a pesar de tener el rostro destrozado podía seguir haciendo preguntas.
Él sabía lo que venía, lo sabía perfectamente y por esa razón no avise cuando lo tome de sus manos amarradas a su espalda y comencé a subir la pequeña colina que creaba una cascada pequeña, pero mortal considerando todas las rocas que te esperan abajo y de las cuales tengo completo conocimiento. Nade entre ellas durante todo este tiempo para que no volviera a pasar lo de JeonSoo.
-Porque no me gusta dejar cabos sueltos -respondí una vez que ya habíamos llegado a altura y lo tiré justo en lo más alto, a centímetros de la caída. Él ya estaba cansado, esto era prácticamente un favor-. Yo seguiré su legado.
Él chico frente a mis ojos río con sus últimas fuerzas y me hervía la sangre pensar que se estaba burlando de mí.
-Un perro faldero, eso eres.
De había ganado cada golpe hasta llegar aquí y faltaba uno antes de despedirme por completo. Le reventé lo que le quedaba de boca y aunque se quejó, siguió riendo a mis pies. Escupiendo la sangre que se había quedado en su boca acumulada y la que se había esparcido ahora. Tan débil que molestaba.
-Solo fuiste un peón en este tablero -le dije al oído_, pero tranquilo, yo me quedaré con el movimiento más importante, el jaque mate.
Pateé por última vez su cuerpo y solo escuché el impacto de su cuerpo golpear el agua; ese sonido era tan maravilloso y asomarme para ver su cuerpo flotar boca abajo era mucho más hermoso de lo que alguna vez pude imaginar. Su rostro había perdido la sangre y estaba se hacía una con el agua a su alrededor, su rostro destrozado se veía espléndido bajo la luz de lo poco que nos llegaba del sol. Ggweing nunca ha sido un lugar de calor y agradece que así lo fuese porque entre toda esa nieve y oscuridad nadie podría darse cuenta que alguien los observaba desde el inicio hasta el final.
-Descansa en paz, HyungJon.
Lo recordaba, pero estaba seguro que nadie más lo hacía. Su presencia fue lo único que quedó de JeonSoo y los demás.
Todavía recuerdo lo que era antes de convertirse en un ser solitario y desquiciado y como ese chico lo alejó para enfocarse en alguien más, aunque era claro que él jamás habría tenido oportunidad con ella. Fue su amigo, supongo, o quizás su complicé, pero el tiempo que pasaron fueron fue solo tiempo desperdiciado que no valía la pena, por esa razón no me importó matarlo, sabía que no me sería de mucha ayuda en mis planes, pero quería practicar la tortura en alguien que, estúpidamente, confío en la persona equivocada. En eso se basó su miserable vida: un idiota que pensó que podría tenerlo todo, pero confío en las personas equivocadas: Min YoonGi, Park JiYeon y hasta incluso en la misma Ming JeonSoo.
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Bittersweet Dream | YoonMin #3
FanfictionMuchas veces soñamos con personas que conocemos, que pudimos conocer e incluso que tuvimos que alejar. Algunos se convierten en dulces sueños, otros en pesadillas y, en el peor de los casos, en sueños agridulces; aquellos que amamos tanto como odiam...