CAPÍTULO 24

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Zaila

Abro los ojos muy asustada por ese sueño, lagrimas recorren mis mejillas y mi pecho sube y baja con rapidez. Dios, todo fue tan real, fue como estar en ese día otra vez. Verlo morir frente a mis ojos y ese dolor tan desgarrador que sentí al verlo tirado sin vida, me duele solo de pensar otra vez en él pero ahora he hecho mi vida y no puedo volver a caer.

Veo la hora que marca el reloj que esta sobre el buro y son las 3:30 de la mañana, joder, no podre dormir otra vez, agarro mi teléfono y feo que Alan esta en linea, decido llamarle para hablar con el. A los tres timbres contesta.

—Pequeña. ¿Qué pasó?— contesta con voz ronca y agitada. Al fondo se oyen unos susurros femeninos.

—Dios, te he interrumpido, lo siento—le digo apenada, no hace falta ser estúpida para saber qué estaba haciendo.

—Estaba haciendo ejercicio, Dios, eres una perversa— exclama con una fingida voz de sorpresa lo que lo hace escuchar gracioso.

—Yo solo me disculpe por interrumpirte, tus pensamientos se fueron por otra parte, así que tu eres el perverso— le digo entre risitas.

—¿Qué haces despierta a estas horas? recuerda que aquí en Italia son como 18 horas más, así que en Nueva York debe ser de madrugada, si mis cálculos no me fallan.

—Así es, cerebrito—suelto un gran suspiro y me preparo para lo que viene.

—¿Tuviste pesadillas?

—Soñé con él—respondo a su pregunta en un susurro.

—¿Con él? Con —lo interrumpo antes de que diga su nombre.

—Sí, con él, soñé con el día de su muerte.

—Joder, pequeña, lo siento mucho, se que, aunque no lo admitas te duele. También que te molestaste con tu padre, pero entiende no podíamos estar más ahí, estaba la policía.

—Ya perdoné a mi padre por eso, lo he comprendido, te lo juro, pero no logro olvidarlo y más por lo de hoy.

—¿Qué sucedió hoy?— me pregunta con duda.

—Iba manejando y me pareció verlo. Frene el auto y volteé pero ya no estaba. Sé que eso es imposible, él murió y aparte tengo miles de cosas en mi mente, creó que estoy quedándome loca— digo esto en un suspiro.

—Está bien que te sientas abrumada por todo pequeña. A veces estamos tan sobrecargados que nuestro cerebro nos hace malas jugadas. Tal vez debas visitar su tumba, nunca quisiste ir, sé que nunca aceptaste el hecho de que te lo quitaran de tu lado.

—Ya lo hice, hace unos días fui, me sentí en paz, solo que lo que pasó esta tarde me abrumó y hoy soñar con su muerte fue horrible, me siento frustrada— digo a modo de queja.

—¿Quieres ir a pelear? creo que es lo que necesitas, volver a tus tiempos en donde disfrutabas tanto de las peleas, manejar el negocio de tu padre, no tienes porque ocultar tu verdadero yo, Zaila, sabes que nadie te juzgará.

—Lo sé, pero no quiero que mamá se decepcione de mí por ser mala—digo agachando la cabeza y jugando los los hilos de mi pijama.

—Ella te ama, y no eres mala, no matas a inocentes, no dañas a personas inocentes, Zaila, eres la persona más justa que conozco y que quieras pelear no te hace mala. Eres como una aurora, estás rodeada de oscuridad pero aun así brillas en ella.

—Awww eso fue lindo y ¿sabes? amo pelear, sentir la adrenalina del combate, el dolor y la liberación que siento en la batalla—digo sonriendo un poco.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora