CAPÍTULO 26

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Después de años desaparecida volví y con un capitulo muy emocional así que agarren sus pañuelos, L*S AMO PECADOR*S  

ADRIANO

Mi fiera y yo estamos acostados sobre la lujosa cama, mi cabeza reposa sobre su pecho desnudo, una de mis manos está sobre su seno derecho y la otra la tengo sobre su parte íntima. Me relaja estar así con ella. Solo con mi Zaila.

Veo la hora del reloj y marcan la 1:00 de la madrugada, después de su desfile las modelos se fueron a una fiesta a celebrar que todo salió bien, luego quedaron de verse para desayunar al día siguiente y Zaila me invitó así que fuimos, convivimos un gran rato en donde una modelo en especial me pregunto por mi querido hermanito, parece que tuvieron su aventura y ella quedó enganchada con él.

Mi fiera de ojos verdes me cuestionó el porqué nunca le dije sobre el hotel y le dije que no era de importancia para mi que yo manejaba las drogas y mi hermano se involucra más en el negocio de hotelería de mi padre por eso no lo consideraba algo mío.

Le dije que no tenía secretos con ella, mi vida es privada ante los demás pero con Zaila puedo ser transparente porque sé que ella nunca me traicionaría. Después de esa cálida plática me contó que quería mostrarme algo que es importante para ella.

La veo que se remueve sobre la cama incómoda y la siento estremecerse. De su boca salen ligeros gemidos que parecen de dolor. Noto que su respiración se hace un poco acelerada. Más suspiros de dolor salen de su boca y me preocupo.

—No me toques.

—Fiera, despierta.

—No, yo no ruego— exclama molesta.

—Zaila, despierta, es una pesadilla.

—No me importa. Yo no ruego— dice empezando a gritar.

—!Zaila¡ — grito su nombre y la muevo con fuerza tratando de despertarla.

Al tocarla me toma de la mano y me golpea el rostro, joder esta mujer tiene mano dura.

—Joder, !despierta Zaila¡ es una pesadilla.— digo sometiéndola, con un agarre en sus manos.

—!Nooo¡— con un grito desgarrador despierta.

Me ve con los ojos desorbitados llenos de odio y al parecer asco.

—Fiera, tranquila estoy aquí — digo tratando de tocarla pero me empuja.

—No me toques, aléjate de mí— sale de la cama apresurada y toma mi arma del mueble con la que me apunta.

—Zaila, soy yo Adriano, tranquila, no voy a dañarte, yo te cuido no te daño— digo con suma calma. No me acerco a ella, no quiero que me piense como una amenaza.

De pronto abre y cierra los ojos, su vista recorre todo el lugar, parece que se ha relajado un poco pero el ambiente se siente incómodo.

—Adriano, yo — duda en hablar así que se queda callada.

—Está bien, no pasa nada— digo acercándome a ella pero me frena.

—No, no te acerques a mí, por favor.

Me alejo de ella respetando su espacio.

—Bien, ¿necesitas algo?— le pregunto haciéndole saber que puede contar conmigo.

— ¿Puedes llevarme a un lugar? — cuestiona dudosa.

—Si, ¿a dónde?

—En el camino te digo.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora