Alicia
Han pasado unos días desde que me puse reflexiva frente a la ventana, pensando en puras estupideces como que el mundo se acabaría. A veces, cuando miras la televisión, esa es la impresión que te da; se te meten ideas de todo tipo. Por ahora la situación sigue igual: en una semana los disturbios han pasado de Puerto Rey a Gran Paraíso, de Gran Paraíso a Corona, y de Corona a Zodiaco.
¡No puedo creer que casi me zambullo en una!
En fin, las protestas han cruzado hasta la punta más lejana del país, hasta el noroeste. Los noticiarios internacionales ya califican esto como una crisis social. Nuestro problema ya se reconoce en Internet, además de que personas de otros países nos han mostrado su apoyo. Y es que la represión y los casos de corrupción en el gobierno se han vuelto tan misteriosos, que es imposible que el problema no trascienda las fronteras. Al menos nosotros podemos seguir con nuestras vidas normales y no tenemos conflictos con la policía o similares. Solo espero que no afecte mi manera de ir a la escuela.
Esta semana también ha sido un tanto complicada en cuanto a los estudios de la prueba PAU, que te estarás preguntando desde hace un buen rato qué demonios significan tales letras; pues PAU es el acrónimo de Prueba de Aplicación Universitaria. Es un tanto irónico que la haga sin saber a dónde debo ir. Para colmo, los demás también se la pasan hablando de sus futuros, dejándome a medias, como si corriera una carrera contra muchas liebres y yo fuese una tortuga. Espero que dicha carrera termine como en la fábula.
Luna y yo nos encontramos ahora en el patio de la escuela, en las mesas que están debajo de los árboles. Ha terminado la primera hora de una clase que sirve solo como para guía del examen, en donde nos dejan un montón de tarea y proyectos para que lleguemos bien formados a la batalla final. En el último año de escuela preliminar te ayudan a forjar tu espada, diría yo, para que te enfrentes al dragón malvado y lo puedas derrotar.
Ah, olvido mencionar a los demás chicos que nos acompañan: son Quentin Smith, un idiota cuya única virtud es respirar para mantenerse con vida, Michael Brown, un tipo que se jacta de saber más que los demás aunque apenas hable español porque es de Madison, Gerardo Rodríguez, un chico que me gusta su forma de pensar, un tanto abierta como las opiniones de mi padre; y por último se encuentra Jaqueline Murrieta, una tontita muy superficial que solo quiere verse bien.
La conversación va sobre las carreras que queremos elegir: Michael alardea de sus conocimientos; Quentin lo apoya y presume que las ingenierías son lo único que da de comer; Gerardo, quien tiene un acento mucho más cubano que Luna, admite que dejaría de lado sus gustos si es en nombre de una mejor vida que la que tuvo en su infancia, y Jaqueline solo menciona que quiere estar en televisión, a lo que los chicos se burlan. Al final nadie se pone de acuerdo en qué carrera es mejor porque...
—...no tiene sentido si la estrella esa de la que hablan nos va a matar —se burla Quentin—. Al final todos moriríamos como la bazofia de raza que somos.
—¡Oye! —protestamos todos.
—No decir eso —dice Michael.
—¿Tú crees en esa estúpida historia de la estrella? —pregunta Jaqueline—. Me juzgas por pensar que quiero salir en la tele y tú dices que crees en esas cosas.
—No sé si creer en esas sajadas, pero sí que sé que merecemos morir.
—¿Por qué dices eso, Quentin?
—Porque somos una pequeña parte del universo que se cree la gran cosa. Lovecraft lo dejó muy claro. Los extraterrestres, si es que hay, que creo que sí, seguro son más inmensos que nosotros, y tal vez somos como lo son las hormigas para nosotros. Además, solo daño sabemos hacer.
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El gran destello en el cielo ©
Teen FictionAlicia Huberi es una joven muy inquieta, imaginativa y con una gran preocupación por su futuro. Está cerca de la universidad y debe elegir una carrera, lo que se le complica debido a que no quiere quedarse con solo una opción. Está en medio de un di...