Capítulo 45

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Bernie

—¡¿Qué se supone que es esto, papá?! —le grito. Me levanto y las hojas se desparraman de mi regazo al suelo. Quiero insultarlo, estrellarle aquella carpeta en la cara por haberme ocultado algo así, pero me limito a esperar una respuesta. Él no esboza sus típicas sonrisas maliciosas, sino que, para mi sorpresa, se le ve taciturno—. Esos hombres que vinieron a verte, ¿estás seguro de que eran de ese maldito periódico?

      —Sí, Bernie, lo eran.

      Espero más explicaciones de su parte, pero su posición se vuelve firme. Se aferra a su bastón igual que un caballero inglés.

      Increíble.

      —Papá... —Aunque mi postura es la de alguien herido, mi voz es dura—. En esos folletos hablan de naves espaciales construidas desde hace más de treinta años...

      —Lo sé, Bernard.

      —Y dice que habían enviado, no me acuerdo cómo se llamaban, sondas, o no sé, para aprovechar la energía de Estela.

      —Bueno, esa parte todavía no la leo.

      —Menciona que esas naves, hechas de vodanio, se alimentan con radiación MOV como combustible...

      —Tampoco he leído eso.

      —¿De qué se trata todo esto?

      —Veras, Bernie, hijo mío. ¿No tienes hambre? Ese doctor mediocre debió haberte hecho tu desayuno desde hace horas. Es un idiota. Le dije claramente que...

      —Papá.

      —Bien, Bernie, precisas una explicación. Créeme cuando te digo que estoy como tú en este instante. —Camina a mi alrededor, mientras vacila con las persianas, que oscilan a causa de diminutos movimientos telúricos—. Los hombres que tú viste anoche también me dejaron perplejos con toda esa información. Se supone que los muricanos tienen la culpa de que no estemos enterados. Pero míralo así, ¿cómo reaccionaría el mundo a una muerte inminente? En relativa es poco tiempo, y a la vez demasiado, de forma que no tendrías la oportunidad de explicarle a los hospitales por qué es ya inútil que nazcan más bebés. ¿Te imaginas las consecuencias? La sociedad vería amenazada su status quo de la peor forma posible. Bueno, perdóname, estoy divagando otra vez. Comprendo que me mires con esos ojos de cañón. Mi punto es que me parece muy comprensible que nos enteremos tan tarde de las naves, para que gente con nuestra importancia pueda ir allá, a Yashin 09, en el otro extremo de la galaxia.

      —Pero, papá... —Rasco mi nuca—. ¿Qué pasará con ellos, los que se queden?

      —Es una pregunta retórica, ¿cierto?

      —N-no... —balbuceo—. Y-yo... Lo que quiero decir, es que no puede ser eso.

      —Bernie...

      —Alicia no puede quedarse. Ella no ha estudiado una carrera.

      —Hijo...

      —Su familia es de economía modesta. Tiene muchos planes. Papá, ¡no cumple los requisitos para ir con nosotros en la nave! Ella, y además todas las personas también, necesitarán ir con nosotros. ¿Y qué es eso de la clonación de animales? ¿También dejarán morir a los animales que todavía sobreviven? ¿Es que acaso no volveré a ver a Alicia? ¿Cómo se supone que viviré dentro de una nave durante el resto de mi vida, sabiendo que la dejé morir aquí abajo?

      —Bernie, hijo... —Yo sigo haciendo miles de preguntas, tartamudeando y hablando sin parar. Hace el intento de abrazarme. Le cuesta callarme, y una vez que por fin me tranquilizo, el llanto comienza a dominarme—. Lo siento mucho. Es una pena que la... Alicia... termine en esta situación. Pero es algo que tendrás que aceptar. Mira, en la nave NOAH en la que iremos, mucha gente de provecho va a abordar y te vas a encontrar con miles de chicas más. Todas ellas tendrán grandes características, porque serían elegidas con un fin preciso...

El gran destello en el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora