Capítulo 32

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Theo

Unos días antes...

      La lluvia funge para mí como un mal presagio. Fritz podría perderlos de vista si deciden refugiarse. Además, sé que Bernie y él no se llevan bien, ya que desde que mi asistente ha hecho algunas tareas para mí, en las que se involucra mi hijo, no han acabado bien. Ambos son tan parecidos y a la vez diferentes. No sé, es una percepción quizá absurda.

      Transcurridos unos minutos escucho el vibrador del teléfono, y, con todo y dolores, quejándome y apretando los párpados, tomo la pantallita y deslizo el dedo. Su voz confirma lo que ya había sospechado. De todos modos rujo y echo chispas a través del micrófono, con una voz muy suave, para que las enfermeras no piensen que estoy haciendo encargos mafiosos. Ellas han estado muy recelosas de mí solo porque soy una figura pública que se dedica, según el gameliano promedio, a hacer juegos sucios con los políticos.

      Ignoro las disculpas de mi asistente y le cuelgo de pura frustración, pero un par de horas después, ya cuando la lluvia ha amainado, intento comunicarme con él y me contesta con su voz de ratón. Su falta de dignidad hace que quiera burlarme en vez de enojarme más por tal debilidad.

      —Quiero que vengas mañana, Fritz. Tengo un plan mejor —digo y cuelgo, a la vez que pienso en una persona en especial.

      A la mañana siguiente llega Fritz, derrotado y guardando sus distancias, como si fuera a lanzarme a su cuello a morderle cual perro de caza. Una vez que está a una altura considerable, intento hablar lo más tranquilo que se pueda.

      —Fritz... —me sale una voz rasposa—, no te preocupes, no voy a reprenderte ni nada. No soy tan malo —le calmo, en son de burla—. Escucha bien. A cinco metros de mí está un tal Huberi, el papá de la niña manílkara.

      —Huberi... Sí, es apellido de manílkaras.

      —Como sea. Acércate más; no nos debe oír. Tienes que esperar a que le den de alta. Ingresó el mismo día que yo a causa de la Tormenta Violeta. Él está mejorando. Las enfermeras lo adoran y están orgullosas de cómo progresa. A cada rato lo elogian y le dicen lo bien que se ve. La mujer parlanchina, esa que te trajo conmigo... —Fritz asiente, lo que me da a entender que aquella le ha dado toda la información sobre el mal que me aqueja y todo lo demás—... habla muy fuerte y me entero de todo. Es bastante chismosa. El punto es que él sí está mejorando, y yo todo lo contrario.

      —¿Todo lo contrario? Jefe, ¿cómo que todo lo contrario?

      Espero un poco para volver a hablar. Debe habérseme notado un poco de melancolía en los gestos. No he expresado las ideas que tenía sobre mi estado de salud.

      —Sé que estoy empeorando; de algún modo puedo saberlo. Eso a lo que le llaman Cáncer Violeta es lo que se está gestando en mi cuerpo. Cada vez tengo síntomas peores. La quimioterapia no está respondiendo. Gracias a este overol tú no puedes saberlo, pero se me ha caído el pelo; estoy calvo, horrendo. Tal vez no vuelva a ver a Bernie. Pero no importa lo que yo piense o sienta, Fritz, tu deber es llevar a mi hijo a casa. Está perdiendo el tiempo acá con sus caprichos. Ya le falta poco para tener que regresar a sus llamados.

      —¿Van a filmar pronto, jefe?

      —No exactamente. Lo que me preocupa es el contrato que firmé con Kino+ hace años. Como sabrás, su serie fue renovada por una tercera temporada. Apenas hoy he recibido llamadas sobre la situación de Bernie. Saben que he venido por él, y por esto tienen fe en mí; sin embargo, no saben que estoy metido en este horrible hospital, moribundo y con las células podridas. Es mucho dinero el que me... que le va a costar, a Bernie, claro. Desde luego, las pérdidas yo las tendría que manejar. No quiero abogados y denuncias en mi contra si descubren que su desaparición es una farsa, una idea inventada por él para escaparse de su propio trabajo, y todo para ver a una niña que nada pinta en la historia. ¡Estoy hasta la coronilla de su irresponsabilidad! Si tan solo les hubiera dicho que había salido de vacaciones, no tendríamos una Alerta Amber y un huracán mediático de por medio. Aunque, bueno —me pongo reflexivo—, todo esto de Estela acapara más el contenido de la televisión. En este momento a nadie le importa la malhadada Half Club.

El gran destello en el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora