Arriba, muy arriba, una ballena gigantesca despide una gran estela de fuego sobre las nubes. Ha salido del suelo; y ahora un cráter enorme, como la boca de un volcán, queda humeante sobre la tierra. Ya nadie está allí para ver aquel espectáculo. Solo algunos testigos lejanos, que con una sonrisa despiden a la nave, han presenciado el evento desde unos kilómetros de distancia. Las manos se alzan hacia el cielo con mucha alegría y cariño, como si dijesen adiós a un crucero desde el muelle. El rugido de las turbinas de aquel coloso se desvanece con gradualidad, y retumba sobre el horizonte como el crepitar de un fuego débil, que se apagará muy pronto.
Arriba, ya muy arriba, quedan solo estrellas; y se funde con muchas más que provienen de todos los puntos cardinales. Son decenas, quizá cientos de ellas. Se desaparecen en el firmamento. Han salido de la Tierra, presumen algunos, se encuentran en camino a Ararat. Van en búsqueda de muchas aventuras.
Allá viaja el futuro de nuestra especie.
¡Buen viaje, muchachos!
En una carretera desolada, en la cual no hay más que cadáveres de metal, incinerados en alguna fecha incierta, dos enamorados se desplazan muy rápido en el interior de una camioneta blanca. Unas bocinas reproducen música desde la batea, canciones muy pegadizas de los años dos mil. Uno de los pasajeros, una mujer de figura todavía conservada y rostro jovial, canta a todo pulmón en inglés. El coro dice más o menos así:
«Señora, escúcheme esta noche. ¿Acaso no ve usted que es mi luz de día?»
Bueno, esa sería la traducción literal, y quizá no le haga mucha justicia. Pero lo importante es que ella está muy contenta, a la vez que sube los pies desnudos al tablero. A su lado también canta un hombre, aunque con más timidez. Él maneja.
—¡Mira, Javier! —dice ella—. Hay unos viejitos allí. —Se trata de una pareja madura. Andan por ahí quizás desde el día en que dejaron a algún hijo para la nave. Y qué increíble: se regresaron caminando, medita Javier.
—Tienes razón, Dolores. Hay que llevarlos.
Detienen la camioneta a un lado de la pareja. Dolores baja la ventanilla y llaman la atención de los ancianos, quienes lucen demasiado taciturnos como para haberse dado cuenta de que se aproximaba un vehículo.
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El gran destello en el cielo ©
Teen FictionAlicia Huberi es una joven muy inquieta, imaginativa y con una gran preocupación por su futuro. Está cerca de la universidad y debe elegir una carrera, lo que se le complica debido a que no quiere quedarse con solo una opción. Está en medio de un di...