Capítulo 44

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Theo

Bernie ha dormido toda la tarde. Como se había despatarrado sobre la silla, lo desperté para pasarlo a la cama, y entre balbuceos y una actitud muy adormilada, acomodó su cuerpecito entre las sábanas. Ahora continúa roncando en mi antiguo lecho. Mientras, yo he aprovechado la mañana para divagar y pasear por el hospital. He visto por fin cómo están las cosas fuera de mi recámara. Los pasillos ya no se ven como antes. Hoy hay más silencio del que te imaginarías. Los doctores se hacen cargo solo de ciertas personas, y a la vez los internos llevan camillas, unas tras otras, con cuerpos cubiertos con sábanas, para llevárselos a quién sabe dónde. No sé si tenga sentido incinerar los cuerpos, pero los trasladan a los pisos inferiores. Por otro lado, soldados van de un lado a otro, armados, y como la mayoría me reconocen, me saludan.

      Hay unos detalles que me gustaría mencionar, aunque no son tan relevantes como parece. El cielo ya no solo es purpúreo, sino que comienza a hacer un calor muy extraño. Bueno, la radiación ha causado una elevación en las temperaturas desde hace meses, pero a lo que me refiero es que ya es muy necesario encender los acondicionadores para que podamos respirar y no nos consuma el calor. A estas alturas yo supondría que se han derretido los polos, por aquello de tener a Estela en nuestras caras, pero una conversación muy interesante que he tenido con uno de los internos me ha dejado pensando. El muchacho dijo que, como Estela es en realidad una estrella enana y fría, es decir, más pequeña y menos caliente que el Sol, entonces, a pesar de tenerla tan cerca, el calor que irradia no es mortal. Si Estela fuera el Sol ya estaríamos calcinados, según fueron sus palabras. No sé mucho de ciencia, pero entendí que, aunque Estela no tenga el mismo gas o potencia que otras estrellas, irradia energía radioactiva inédita, que no es más caliente y tampoco deja de serlo. Esta energía es la que ya conocemos como Rayos MOV, algo con mucho menos onda corta que los rayos ultravioletas, o así entiendo.

      En conclusión, hace mucho calor en todo el planeta, pero no estoy seguro de si este tipo de calor hace lo mismo que el conocido. Suena a divagaciones; no obstante, como desde hace semanas ya no hay científicos ni nadie que explique nada, pues nos quedamos más o menos con la duda. Incluso es gracioso, porque, si lo ves así, ya no debería haber tampoco Internet, energía eléctrica o noticias. Tiene sentido, ¿no? Las comunicaciones ya no tendrían que existir. Pero de alguna manera, pese a que ya no hay ni noches, todavía hay horas muertas; y aún hay transmisiones de música y mensajes que dan los locutores. Todavía se escuchan esos videítos tontos que pone la gente en Slidebum o como se llame. Yo mismo me he descargado esa porquería y me he encontrado a puros hedonistas, deprimidos y desesperados que alientan al suicidio con sus frasecitas precedidas por el símbolo de gato. Ya solo hay dos tipos de personas: los que dicen: «al Diablo, el mundo se va a acabar de todas formas» y los que dicen: «hay que matarnos para no sufrir más».

      Al siguiente instante, otro corte, y ya nadie puede ver nada.

      No sé hasta cuándo se acabe toda comunicación. Se supone que, quienes cuidan la radio, la televisión o los servidores de Internet, tendrán que irse a sus respectivas naves. Falta aún unos cuantos días. Nosotros nos iremos un viernes, y se supone que el siguiente lunes Estela destruirá el planeta. Habían dicho que podría ser antes, pero no ha habido nuevo aviso, así que me preocupa que estos idiotas hayan realizado mal los planes y que nos muramos todos de igual manera.

      —¡Ya hay Internet! —grita un joven de un pasillo lejano. Todos están al tanto de aplicaciones del teléfono como la que les comento—. ¡Hay novedades!

      Me apoyo en mi bastón, cojo el teléfono —para ver qué cosas puedo ver, al igual que ellos—, y camino con la intención de conseguir una mejor recepción. Es cierto: la hora muerta ha terminado y ya cargan los videos. Paso el dedo por una infinidad de videos que dicen «#Hazlo», en referencia a ya saben qué. No encuentro lo que tanto esperaba la gente del hospital, así que me desespero y quiero ver si Bernie ya despertó, para que le den de comer. Pero, una vez que se me ocurre ver la categoría de tendencias, quedo perplejo al ver quién es la persona que roba tanta atención.

      ¡Es la mugrosa nativa de los ojos estirados! ¡Y su video tiene más de doce millones de reproducciones y contando! Que los horrores se traguen su cara. Espero que Bernie no se dé cuenta de que está en boga.

      —Hola, mis amados ratoncitos —dice, mientras coge el móvil para grabarse. A un lado de la pantalla flotan un montón de caritas tristes. El fondo parece ser su habitación—. Hago este directo solo para despedirme de ustedes y agradecerles el tiempo que han estado conmigo. Quisiera decirles que ahora me encuentro ya mejor, ya más feliz. Hace unos minutos me he despedido con mi familia y creo que mi alma descansa en paz. Les recomiendo hacer lo mismo.

      »Sea el lugar al que vayamos... —Se le quiebra la voz—. Sea el sitio que nos espera... allá a donde se supone que iremos a parar cuando esto acabe... deberíamos estar contentos, en paz. He visto todo lo que suben aquí. He visto sus apologías a la eutanasia, y no puedo estar más en desacuerdo. ¡Disfruten! ¡Disfruten mientras puedan! ¿Cuánto queda? ¿Dos semanas? ¿Tres días? ¿10 horas? Falte lo que falte, chicos, diviértanse. Viene Estela, ¿y qué? Ahora es cuando podríamos vivir el tiempo que nos queda, sin violencia, sin matarnos unos a otros. Pero no me refiero a que den rienda suelta a sus deseos y cometan crímenes porque sí, sino que aprecien lo que tienen todavía...

      »Chicos... —Su llanto se torna más notorio—. Ahora todos quieren salvarse; piden perdón, rezan, se desesperan o sacan el automóvil para escapar del cataclismo, aunque no tenga ningún sentido hacerlo.

      »Ahora ya todos quieren hacer lo que siempre quisieron hacer, ¿no? Ahora sí ya se lamentan de las cosas que dejaron a un lado y jamás terminaron. Y cuando tenían la oportunidad... —Hace una pausa, mira a su alrededor y se limpia las lágrimas. Continúa—: Pero, insisto: vayan a abrazar a su familia, díganles cuánto los aman, confiesen las espinas que tanto les molestaba, expíen culpas y compartan sus últimos momentos, que ya no saben cuánto van a durar. ¡Vivan!

      »Hace meses, cuando no sabíamos lo afortunados que éramos, nos la pasábamos divididos. Solo nos importaban los nuestros o los que pensaban como nosotros. Nos peleábamos y nos decíamos tonterías. «¡Eres esto! ¡No, eres el otro!». Puras guerras y poca amistad; pura separación y tonterías de señalarnos unos a otros con etiquetas estúpidas. —Ya se le ve más enojada que triste—. Y ya se dieron cuenta, ¿no? —Señala el techo—. Como ya vieron que arriba está nuestra sentencia, que sí existe ella, que nuestro final sí se acerca después de todo, ¡deciden volverse todavía más egoístas! Ya no importa si eres rico o pobre, de qué color de piel seas, qué absurda ideología tengas, o si estudias o no, o si eres de tal partido, ¡porque a Estela le importan una mierda tus ideas políticas! ¡Vamos a morir todos por igual!

      »Solo... —Su tono furioso se apaga y solloza. A estas alturas noto que el video había sido grabado antes de que las noticias hablaran del Proyecto ARCA, o que quizá nunca se enteró, porque tiene horas de haber sido transmitido. Sin embargo, su discurso tiene mucho sentido para mí. Desde hace tiempo que no dejo de pensar en las diferencias que han gastado mi relación con Bernie. De forma inconsciente, reflexiono con las palabras de aquella niña. Además, siento que algo en ella me es muy familiar, muy cercano y conocido. Sé muy bien por qué mi hijo está tan enganchado con ella—. Por favor. Dejen de pelearse. Por favor, ya no discutan más. Ya no se dividan. Solo... solo abrácense, ¿quieren? Adiós, mis ratoncitos. Como dice una querida amiga: sé que nos volveremos a encontrar.

      El video cambia y aparece ahora uno de un desquiciado que da formas indoloras de matarse, en el caso de que no puedas conseguir las famosas píldoras. Sigo buscando otros videos y también me aparecen los desesperados que exigen, a través de la plataforma, que deben ser aceptados por el Proyecto ARCA.

      Idiotas.

      Vuelvo a mi habitación y, desde antes de entrar, veo que Bernie está sentado, leyendo las hojas que venían en la carpeta. Está llorando, y me mira, pero no con los ojos benignos que había esperado. Había olvidado por completo esos malhadados documentos.

***

Lo siento, pero les recomiendo escuchar esto mientras leen para una mejor experiencia :P

El gran destello en el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora