El gran destello en el cielo ©

Capítulo 25

Theo

Me levanto y una sensación de vértigo intenta derribarme, como si me movieran el suelo. Ya no hay terremotos, o al menos así lo anuncia la presentadora del canal 7, que de pronto se pierde entre pantallas de estática o barras de colores. Se disculpa por cada falla técnica, y la pobre da la información concisa, a medias, sin esclarecer más que lo esencial. Dice que la OCS ha emprendido el Plan de Recubrimiento, el programa que nos habían prometido, en el cual nos traerían suplementos para soportar lo que quizá haya allá afuera.

      Intento caminar, pero no dejo de percibir la realidad como acuosa, cual si estuviese sumergido y un traje de pesadas botas me impidiera avanzar. Llego al baño y a lo lejos oigo que la transmisión vuelve a cortarse para ya no volver. No sé qué me sucede ahora, pues cuando enciendo la luz del espejo, el haz penetra en mi cerebro igual que un sol desértico. La cabeza me punza gravemente, y en el reflejo veo que tengo un rostro pálido, con la apariencia de un síntoma febril. Ahora dirijo mi mirada hacia el agujero del drenaje y veo unas gotitas rojas cayendo sobre la superficie blanca del lavabo. Toco mi nariz y la hemorragia incrementa su fluidez, haciendo que de pronto mis dedos se bañen en sangre. La aterradora imagen me obliga a ensanchar los ojos. Tengo miedo esta vez; me horroriza una posible muerte, y me pregunto qué pasará conmigo. ¿Qué es esto? ¿Qué sucederá con mi cuerpo, si acaso ya no encuentre al pequeño Bernie? No sé en qué ha de estar. Lo he descuidado bastante. Pobre Bernie, siento que hayan sido así las cosas, pero ése es el precio que pagas por cumplir tu sueño. Hay sacrificios, y espero que los entiendas, hijo.

      No, ¿qué estoy diciendo?

      Tengo que encontrarte. Todo lo que he esperado en esta malhadada casa sería en vano. Mi destino podría sentenciarme muy pronto, así que debo moverme rápido. ¡Maldición! Si tan solo pudiera entender lo que me sucede.

      ¡Ah! Mi cabeza. Y qué horroroso sabor tiene la sangre, como el del aluminio.

      Percibo también un cosquilleo en el cabello que me instiga a llevarme la mano a la coronilla. Cuando halo el pelo, un mechón castaño se me desprende con suma facilidad. El miedo se vuelve a apoderar de mí. Recuerdo que no he podido contactar a Bernie. Si trato de llamar a Fritz, probablemente tampoco lo conseguiré.

      ¡Pero no me daré por vencido!

      Tomo el teléfono móvil y digito el número. Con el cuello de la camisa evito que mi nariz continúe derramándose como una herida abierta. La pantalla del aparato también se ensucia, y sobre ella se transparentan las manchas rojas. Una y otra vez me aparece la leyenda de error en la llamada, y no dejo de intentarlo hasta que por fin, del otro lado de la línea, la voz de Fritz aparece:

      —¿A merced, a merced? ¡Jefe, jefe! ¡He estado tratando de contactarle! Hasta que conectó la llamada.

      —Fritz. Estoy enfermo. Quizá no saldré vivo de aquí. Se me cae el pelo y mi nariz tiene una hemorragia increíble. Pero ya no importa, porque tú harás mi trabajo como te dije.

      —Jefe, yo...

      —Ven por el pequeño Bernie y llévatelo de vuelta a Cálida, a Caña del Mar, para que siga con su vida normal. Aquí corre peligro. Hay demasiados problemas.

      —Pero, jefe...

      —No me discutas, imbécil. Es una orden... —Un impulso de tos desencadena en mí ganas de vomitar, y así es, mientras sostengo todavía el aparato. Fritz no deja de asombrarse y gritar como una nena. Repite el vocativo con el que se dirige siempre a mí, varias veces, hasta que termino lo mío y me limpio la boca con el dorso de la mano. Me sostengo del respaldo del sofá—. Debes hacerlo. Que no te importe si está o no de acuerdo. Él tiene que regresar.

***

Tenemos información oficial de la OCS. Por cierto, "progresivas" quiere decir que si tu cuerpo desarrolla el mal en cualquier fase, puede escalar. Si te da la 1, aunque es extremadamente improbable que mueras, en caso de que no te trates, puedes subir. Por eso tomen yodo, gente XD