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Kaido

¿Que es este lugar? Está todo sucio, espera ¿y esa puerta? ¿Que pasa sí? Oh ¿¡eso es!? Es ¡Mi armadura soñada! ¡Sí sí sí!

Tan cerca, ya puedo sentirla entre mis manos, me pregunto como me veré en ella, no puedo esperar para-

-¡AAHH! ¿¡Pero que carajos!?-

Para ponerlos en contexto, estaba soñando con las cosas que más quiero en mi vida, bellezas únicas, cuando de la nada sentí un golpe de agua fría en mi cabeza que me trajo devuelta a la realidad.

Abrí mis ojos de golpe y me encontré con una señora que nunca antes había visto, es alta, su cara está un poco arrugada y tiene su cabello en una coleta, sin mencionar que me mira de una manera bastante extraña.

En sus manos sostiene un balde pequeño que gotea ligeramente, dándome a entender que fue ella la que hizo tal cosa, maldita -¿Quien eres?- Pregunté sin titubeos, la mujer simplemente sonrió y la molestia en mi empezó a crecer.

Moví mis ojos por toda la habitación y me di cuenta que no había nadie en ella, mierda, me dejaron solo.

La señora no se dignó a responderme, se alejó de mi cara y puso el balde a los pies de la cama, por mi parte, no dejo de examinarla con la mirada, no se quien es ni que hace aquí, pero no me cae bien.

-Soy una de los encargados de este lugar, puedes llamarme maestra si te es más fácil-

Hasta que al fin me responde, ya estaba considerando la idea de salir corriendo y saltar por la ventana. Una idea sencilla y tentadora, luego de saltar, no lo sé, agarraría un bus hacia un lugar sin rumbo y empezaría mi vida como un vaquero solitario, escribiría un libro sobre eso y me haría millonario.

Decidí levantarme ligeramente hasta quedar sentando en la cama, mi cabello gotea y el frío está empezando a apoderarse de mi cuerpo -¿Tu nombre?- pregunto aún sin confiar en ella.

-Yoko, ahora si me disculpas, necesito que te levantes y salgas de la cabaña- Respondió dejando la habitación, no sin antes girarse y pasar su dedo por la silla del lugar, luego de hacerlo, lo miro e hizo una mueca de asco.

Asentí con mi cabeza y ya cuando está se encontraba afuera, me puse en pie, tomé una gorra y una botella de agua para finalmente dejar la cabaña, como me lo ordenaron.

Cerré la puerta y me giré sobre mis talones, encontrándome a Aren recostado en la pared, también tenía una gorra y su mirada era algo ¿extraña?

-¿Que pasa?-

Pregunté mientras me acercaba a su cuerpo, pose una de mis manos en su mejilla y mi corazón se encogió cuando movió su cabeza ligeramente, haciendo que el lado que tenía agarrado se abultara, haciéndolo ver sumamente tierno.

El calor no tardo en subir a mis mejillas y de nuevo las mariposas se hicieron presentes en mi estómago, mierda.

No le des importancia Shun, ya luego tendrás tiempo para ocuparte de eso.

Con respeto a Aren, este levantó su mirada hacia la mía, no la quitó, fue firme y por algún motivo yo tampoco pude apartar mi vista.

Por un segundo, por unos segundos quizá, solo fuimos nosotros dos. Me perdí viendo sus pequeños detalles, como sus pestañas, una pequeña cicatriz en su ceja, como sus ojos brillan intensamente y sin querer.

Mire sus labios. Algo delgados pero bien cuidados, también note como tenía su boca levemente abierta, como esos labios me gritaban que los besara ya.

-Shun-

Llamando a todas las unidades, Shun despierta, no puedes comértelo aquí, además se te olvidó lo más importante ¡saber porque está así!

Amore mío Donde viven las historias. Descúbrelo ahora