Capítulo 18

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LA DISCULPA


Endeavor regresa a casa más tranquilo a como se ha retirado. Para bien o para mal, hablar con ese mocoso le ha ayudado a sacarse un peso de encima, pues él en realidad, no estaba molesto con Midoriya. Quizás lo correcto sería simplemente decir que él estaba profundamente confundido.

¿Y cómo no estarlo?

El chiquillo del cual se había enamorado su hijo, no era más que un niñato de unos escasos 15 años. Y a decir verdad, quería odiar al maldito mocoso. De verdad que quería odiarlo para que las cosas fueran más sencillas.

Aun así...

No puede hacerlo. No cuando ese maldito crio sin don, ha sido más valiente que cualquiera. No cuando ha sido él quien le ha dado a Shoto lo que tanto ha querido. No cuando Midoriya Izuku, hace sentir a Shoto, como si estuviera protegido.

Algo que él nunca logró...

Algo que nadie en esa maldita casa, había logrado.

¿Cómo mierda podía molestarse con ese chiquillo si las cosas eran así?

¿Cómo podía presionar a Shoto para sacar de su vida a quien más vida le daba?

Carajo...

Todo esto estaba mal...

Estaba mal y no dejaba de complicarse.

Aun así, Estaba agradecido con ese mocoso. Claro que lo estaba. Gracias a él, Enji no solo había visto a su hijo experimentar el amor o la felicidad, sino que ese niñato también había sacado todo lo que el menor de sus hijos había escondido.

Era casi como si con suaves y dulces manos, hubiera tomado el alma de su hijo sacando de ella todo aquello que la había manchado. Todos esos pensamientos impuros que no quería compartir con nadie. Todas esas heridas que había ocultado detrás de muros y muros jurándose a sí mismo y a otros, que estaban sanadas.

Midoriya Izuku había hecho eso.

Él había sido tan bondadoso y amable, que aun sin buscar recibir nada a cambio, buscaba que Shoto estuviera bien.

Gracias a ese niño, Endeavor comprendía lo que su hijo tanto ocultaba. Porque no solo se trataba de ese amor que lastimosamente, iba a terminar de forma desastrosa, sino que Midoriya le había hecho escupir a su hijo, todos aquellos pensamientos que le habían estado acongojado todos esos años.

Maldita sea... había tenido suerte de escuchar todo eso.

Había tenido suerte porque ahora sabía mejor por donde comenzar a hablar con Shoto. Ahora sabía bien, por dónde empezar a sanar las heridas formadas por años y años de su tormentosa relación a la que no se le podría considerar una sana entre padre e hijo.

Estacionó el auto pensando en sus palabras. ¿Cómo debería empezar esa conversación?

¿Debería iniciarla como un regaño? ¿Cómo una disculpa?

No sabía.

Esperaba que, al ver a su hijo, las palabras salieran y fluyeran como debía ser, porque algo era seguro de todo lo que escuchó, Enji realmente le debía una disculpa.

Y es que... aunque ya se la había dado y estaba harto de eso, él jamás miro más allá de esas palabras. Nunca supo de que se disculpaba, pero parecía ser que jamás se había disculpado por el motivo correcto. Algo que ahora mismo tenía muy claro.

Enji asintió entonces. Debía hacer las cosas correctas. No solo sobre la situación del pecoso con su hijo. Realmente debía hacer las cosas correctas desde el maldito centro del problema.

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