𝟐𝟒 - 𝑹𝒊𝒗𝒆𝒓

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Ig: 13depuisledebut13

𝕍𝔼𝕀ℕ𝕋𝕀ℂ𝕌𝔸𝕋ℝ𝕆

Me gustaría tener un río para escapar patinando.
Hice llorar a mi amado, se esforzó por ayudarme, logró tranquilizarme y me amó de forma tan traviesa que me hizo estar de rodillas débil.
Me gustaría tener un río muy largo y enseñarle a mis pies a volar.
Obligué a mi amado a despedirse.

Semana 37

Todo cambió un poco más a partir de ese día, en el buen sentido claro. Estábamos medianamente más unidos. Nunca llegábamos a nada más que un roce por aquí, un toqueteó por allá, algún beso en el cuello tal vez, por parte de Adam, y algunas noches más durmiendo juntos. Era como si cada vez que quisiéramos mencionarlo, las palabras se nos quedasen atascadas en la punta de la lengua, por lo que acabábamos solo entrelazados debajo de las sábanas. En silencio.

Aun, inmevitablemente, seguía llorando a Philip. Sobre todo por las noches, cuando ambos dormían y todo se quedaba en silencio, entonces ellos se despertarían e intentarían por todos los medios animarme. Nunca funcionaba.

A veces, aunque nuestra situación estaba mucho mejor, yo estaba de un humor terrible. Ellos eran encantadores y lidiaban lo mejor posible con mi mal genio, aunque eso consiguiera enfadarme mucho más.

―¿Puedo saber porqué estás de tan mal humor, amor?―Preguntó Seth, dejando las tartaletas rellenas de fresas, frente a mí.

Veo a Adam mirarlo con los ojos muy abiertos y negar con la cabeza. Por mi parte, solo le di un rápido vistazo tanto a mi novio como a la comida, antes de volver a hacer mis ejercicios de preparación al parto; los cuales no soporto hacer ni un día más. Olía de maravilla, hablo de Seth y de las tartaletas por supuesto, pero no podía evitar estar de mal humor y querer deshacerme de todo el mundo a mi alrededor.

Toffee, levantó las orejas y olisqueó hacia mi postre. Quise gruñirle para que no se acercara, pero parece que la alarma en mi mirada fue suficiente para que ella retrocediera hacia su sitio otra vez.

Gracias, Toffee por ser tan comprensiva.

―Porque está jodidamente embarazada―Respondió Adam con un poco de burla en la voz, repitiendo mis palabras de hace unos días.

Gilipollas.

Rodé los ojos y bufé con aburrimiento. En realidad ese si era principalmente el motivo de mi enfado, porque me dolía todo y ya no lo soportaba un segundo más. Pero por otro lado, quería seguir teniendo a mi pequeño Kiwi dentro mí, porque aun no conseguía hacerme a la idea de que pronto estará en el mundo exterior expuesto a innumerables peligros.

Kiwi me patea nuevamente y yo me veo obligada a contener el aliento para no gemir y ceder al dolor. Creía que en el momento de sentir las pataditas sería maravilloso y aunque en parte lo es, por otra no tanto. Es un poco doloroso.

La profesora de preparación al parto nos ha dicho a las mamis que debemos hacerle saber a los papis como nos sentimos en todo momento para hacer el embarazo más llevadero, ya que ellos nos pueden ayudar con nuestras necesidades y a controlar las nuevas sensaciones y emociones. Se supone que serán nuestro mayor apoyo, aunque lo dudo, porque hagan lo que hagan no pueden aliviar el peso sobre nuestros hombros.

Chorradas. Lo único que necesito es que alguno de ellos cargue con el peso de la barriga y por supuesto no pueden hacerlo.

La semana pasada tuvimos una nueva clase, en la cual con unos muñecos tuvimos que practicar como cambiar pañales, vestirlo y la ducha. Se me dio fatal y el estúpido muñeco no dejó de llorar con cada movimiento de mi parte. Mientras que Seth era maravilloso y su bebé no se ahogó en la bañera ni con la leche, como si lo hizo el mío.

𝓞𝓫𝓼𝓮𝓼𝓼𝓲𝓿𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora