Pedazos

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Bankotsu había llegado en un extraño momento, pero justo a tiempo para salvarla de la depresión que estaba segura en que había caído. Desde su regreso, nunca dudo de su sinceridad, pues no hubo día en que no le demostrará abiertamente sus sentimientos, mucho menos en cuanto hubo que reintentar una relación con él.

Él, era "el novio perfecto" no había otra manera de llamarlo. Simplemente, porque era verdad. Siempre la llenaba de halagos, sus atenciones para con ella eran encantadoras y dulces, su compañía era agradable, siempre con temas interesantes de conversación, acompañados de una sonrisa cautivadora.

¿Y qué decir de su físico? Era un hombre apuesto, y realmente sexy, sus besos eran exquisitos, sus caricias cálidas que podrían encender a cualquiera. Y a pesar de todo eso… No podía complementar a Rin, no podía sentir en su cuerpo y en su corazón ese deseo de tenerlo cerca todo el tiempo, ese sentimiento que le cortara la respiración con solo ver sus ojos, Bankotsu no podía conseguir eso.

En cambio Sesshomaru, solo bastaba una mirada para devolverle o quitarle el aire de los pulmones, escuchar su voz le tranquilizaba el corazón al mismo tiempo en lo hacía retumbar como un tambor, sus caricias eran calientes, deliciosas, sus besos eran perfectos, poseían el poder de envidiar a cualquiera que los probara y su manera de expresar sus sentimientos…Era fuera de lo común.

Con pocas palabras, sin muchas expresiones, con una actitud estoica pero… eran reales, sinceras y únicas. Porque no necesitábamos hablar demasiado para que le creyera, no hacía falta que su rostro gesticulara todo, porque una sola expresión era suficiente para cautivarla y sus acciones… eran tan encantadoras como románticas.

No había duda, estaba perdidamente enamorada de Sesshomaru y la conexión entre ambos ya no era un secreto, pues a pesar de sus personalidades tan diferentes, se complementaban a la perfección.

Rin lo sabía, sabía que sería Sesshomaru, que siempre había sido él, a quien elegiría, pero su miedo de lastimar a Bankotsu, solo fue el causante de más dolor.

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Aquel viernes en la noche, después de esperar ansiosa a que llegara su amiga para confesarle todo lo sucedido, recibió un mensaje donde esta misma, explicaba que pasaría todo el fin de semana en el departamento de su novio. La castaña alzo una ceja, al parecer tendría que esperar hasta el lunes para hablar con ella, así mismo, estaba segura que ese fin de semana seria suficiente para que Kagome, adelantara el día para mudarse con Inuyasha.

Sintió alegría por su amiga, se tomó el último trago de su café y se propuso ir a dormir.

Al día siguiente, mientras desayunaba, le llegaron mensajes de su novio, por lo visto, se encontraba ansioso de verla, comentando que pasaría por ella más temprano de lo normal para aprovechar la ausencia del viernes. Ya era costumbre, que pasaran el fin de semana juntos, desde el inicio de su relación, así que el joven esperaba lo mismo, sin imaginar que ese día, Rin planeaba opacar su alegría.

Sin mucho ánimo, respondió a sus mensajes y se preparó para recibirlo. Sabía que debía hablar con él, confesarle la verdad, pero… no era algo que realmente deseaba hacer, pues sabia lo enamorado que estaba de ella, y aunque la sola idea de lastimarlo le llenaba de miedo y culpa el corazón, tampoco era una opción atrasar más lo que sucedía, así que, con el cuerpo trémulo, se dispuso a esperarlo.

Cuando escucho que llamaban a la puerta, un suspiro ahogado ataco su pecho, paso saliva y se levantó para abrir, pero como siempre, sin dejarla parpadear, en cuanto la vio, el apuesto joven moreno la abrazo a él, llenándola de besos.

- ¡No sabes lo mucho que te extrañe! – confesaba entre silabas

Rin no supo que hacer, simplemente se mantuvo en su lugar, sin mover algún musculo, pues sabía que si se apartaba cortándole la emoción, seria comenzar de la manera más fría. Por lo tanto, no dijo nada y regalándole una sonrisa, lo invito a pasar.

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