Capítulo 21

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11 de septiembre, 2021

Ammbar:

Enzo estuvo enojado porque igualmente rechacé que me pague las clases a pesar de las bellas cosas que me dijo.

La semana que viene empiezo el nuevo trabajo, así que lo voy a ver menos, o eso creo yo.

Aunque cada vez que no nos vemos, me manda mensajes. Y si no los respondo en máximo media hora, se altera y comienza a llamar.

Como ahora.

—¿Por qué no ves mi mensaje? —dice a través del teléfono.

—Porque vine para despejarme, no para estar con el celular —digo sin ningún ánimo de pelear.

—¿Dónde estás?

—En el lago... —miro el agua—. Recuerdo que aquí me enseñaron a nadar... tenía miedo que algún pez me muerda —digo riendo suavemente al recordarme aferrada al torso de mi padre por miedo—. Pero él me hacía girar y cantaba haciéndome reír para que lo olvidara.

Siento un nudo en la garganta.

—¿Cantaba bien? —pregunta Enzo luego de un rato y río negando.

—Para nada —paso el dorso de mi mano por debajo de la nariz y río—. Pero él lo hacía igual porque sabía que me reía pidiéndole que pare y él... él lo hacía más alto hasta que paraba.

—¿Tu mamá cantaba también? —noto el tono de Enzo más suave.

—No, ella era de mirar y reírse de nosotros, pero siempre me ayudaba cuando mi padre me hacía cosquillas.

—¿Te ayudaba a salir?

—Algo así —digo sintiendo mis ojos humedecerse—. Se tiraba encima de él y le hacía cosquillas para que me suelte y yo la ayudaba a hacerle cosquillas a él, terminando en el suelo riendo los tres.

—Eso suena muy lindo...

—Lo era... me encantaba...

Me tapo la boca aguantando un sollozo, si pudiese volver un segundo al pasado, me quedaría allí un rato más, en medio de risas antes que las peleas llegaran a nuestras vidas.

El celular termina en el muelle y pego mis rodillas a mi pecho, aferrándome con fuerzas a mis piernas, tratando de pensar en cómo podrían haber sido las cosas si hubiésemos tomado decisiones diferentes.


Unos grandes brazos me sacan de mi burbuja y volteo confusa hacia atrás.

—¿Qué haces aquí? —Enzo me mira y besa mi mejilla.

—¿Pensabas que no iba a venir al escucharte así de mal? 

—¿No tienes trabajo? —pregunto y sonríe.

—Sí, pero me fui de una reunión porque eres más importante —coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras se termina de acomodar detrás de mí, sentado con sus piernas a cada lado de mi cuerpo—. Quizás no pueda calmar tu dolor o llenar ese vacío que te dejó, pero puedo acompañarte en tu desahogo, porque necesitas desahogarte algunas veces, Ammbar, eso sana, libera y te hace sentir mejor.

Me sonríe suavemente y sus ojos negros me miran con dulzura, una dulzura que había ignorado en sus ojos hasta hoy.

Sin pensarlo, presiono mis labios sobre los suyos.

Toma mi mejilla y los presiona un poco más decidido, haciendo que contenga la respiración. Cuando nos separamos, me da un casto beso y vuelvo a ver al frente, siendo rodeada por sus brazos, con mi cabeza sobre su pecho y él apoya su espalda en uno de los troncos del borde del muelle.

Sin Querer Queriendo (#1 Trilogía Tratos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora