Capítulo 26

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6 de noviembre, 2021

Ammbar:

—¿Se puede? —pregunta Enzo tocando la puerta, pero entrando igual.

—Ya pasaste...

Por el espejo noto que sonríe, pero deja de hacerlo cuando me ve.

—Carajo...

—La boca —lo regaño divertida sabiendo por qué lo dijo.

—¿Te vas a poner eso debajo del vestido? —asiento y sonrío para inclinarme a tomar el vestido.

—Carajo, carajo, no hagas eso o vamos a llegar tarde.

Riendo me enderezo y sus ojos siguen fijos en el conjunto de encaje negro con porta ligas y unas tiras en medio del sostén que tengo puesto.

Me coloco el vestido por abajo, es apretado y largo con un corte en una pierna un poco elevado, mostrando el portaligas. Arriba es cubierto con cuello de tortuga, así que no se ve el sostén.

—¿Me ayudas? —le pregunto ya que tiene cierre en la espalda.

—Mierda, sí —río y no le digo nada por el insulto, sería en vano.

—Te queda hermoso el negro —dice subiendo el cierre, pero pasando sus dedos mientras lo sube muy lento—, bueno, todo te queda hermoso, pero el negro hace resaltar tus ojos —deja besos por mi espalda mientras lo sube y cierro los ojos al sentir su otra mano apretar mi cadera y su lengua hacer presencia en mis omoplatos para llegar a mis hombros—. Creo que podríamos llegar un poco tarde.

Siento que baja el cierre y aunque mi cuerpo este como el infierno, riendo niego con la cabeza.

—Claro que no, vuelve a subirlo.

Se queja, pero lo hace.

Me volteo y lo miro, le ato la corbata negra opaca que hace juego con mi vestido negro opaco.

—Se ve el portaligas —dice viéndome mientras hago el nudo y asiento—. Me gusta, le da el toque, pero voy a tener que pegarte a mi todo el evento o van a pensar que tienen alguna mínima chance contigo.

—¿No la tienen? —pregunto divertida y aprieta mis caderas con fuerza.

—Por supuesto que no. Crearon los números negativos para determinar las probabilidades de las chances que tienen contigo —me hace reír con ganas y ajusto su corbata para que quede bien.

—Tampoco quiero que las tengan, contigo me basta y sobra —digo dándole un casto beso.

Pero con Enzo nunca se queda en un simple beso, así que toma mi cuello sintiendo sus anillos en mi piel que no demora en calentarse cuando me besa con avidez y ansias.

Sus manos me aprietan contra él y las mías se pierden en su cabello.

Terminamos jadeando y sonrío cuando le quedó manchada la boca por mi labial vino.

—Ven, voy a limpiarte.

—Si te sigo besando se me borra —dice acariciando mi cintura, pero veo el reloj de la pared y niego.

—Vamos a llegar tarde, ven aquí.

Tomo unas toallitas desmaquillantes y se lo quito para luego limpiarme y volverme a pintar.

Durante el camino, la mano de Enzo trato de colarse en mi vestido, pero la quito o vamos a terminar volviendo a su casa.

Cuando llegamos, saludamos a muchas personas, llovieron los halagos y esta vez a todos les dijo que soy su mujer, lo cual me tuvo con una estúpida sonrisa, principalmente cuando me robaba besos y me hacía la enojada con que iba a correrme el labial.

Sin Querer Queriendo (#1 Trilogía Tratos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora