Capítulo 4: Y las peleas comienzan.

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La intensidad del sol y el calor insoportable me despiertan. Me remuevo incómoda en mi pequeña cama improvisada, abro los ojos y observo mi chaqueta, utilizada la noche anterior como colchón, cobija y almohada. Esto de estar en una isla desierta apesta. Apenas puedo moverme con el maldito dolor de espalda. Aunque, honestamente, sería muy inmaduro y hueco de mi parte empezar a quejarme por algo así cuando es obvio que tenemos problemas más serios que mi comodidad. Siguiendo acostada, ruedo hacia mi derecha para al menos poder tener vista del mar durante mi tortura, y en lugar de eso, me encuentro con unos grandes ojos verdes mirándome expectantes.

— ¡Mierda! —grito asustada y me incorporo rápidamente—. Vanessa —suspiro y espero a que mi corazón recupere su ritmo normal—. Mierda —repito, susurrando—. Me has dado un susto muerte.

— ¿En serio? —abre los ojos y baja la mirada—. Lo siento —voltea a verme de nuevo—. Yo solo te estaba viendo dormir.

— Oh, bueno —río—, eso es raro, amiga.

— ¡Oh, no! —La cara de Vanessa toma un color escarlata—. Por Dios, eso no sonó bien —río de nuevo y ella me sonríe avergonzada—. Es que, yo venía a avisarte que ya todos están despiertos. Estamos esperando por ti. Pero estabas tan dormida, que incluso babeabas —frunzo el ceño y limpio la saliva seca que hace su recorrido desde mis labios hasta mi cuello—. Decidí mejor no despertarte y simplemente esperar a que lo hicieras.

— Bueno gracias por eso —sonrío hacia mi amiga—, pero si en un futuro me encuentras de nuevo en un estado tan poco atractivo como este, te agradecería que me despertaras antes de que me ahogara con mi propia baba— Vanessa ríe y asiente divertida.

— Hecho —dice y comienza a pararse de la arena—. Ahora vamos, que tienes una competencia que ganar y un trasero que patear.

Llegamos a nuestro punto de reunión —la fogata—, establecido por Cody la noche anterior, y Vanessa y yo tomamos asiento junto a April, quien a juzgar por sus ojeras, tuvo tan mala noche como yo.

Suspiro cansada y casi me ahogo con mi propio aliento. Dios, sí que apesta. Todo este asunto de estar atrapada en una isla desierta con una bola de desconocidos hizo que olvidara el ligero detalle de que, como a cualquier humano, mi aliento huele ligeramente mal en las mañanas.

<< ¿Ligeramente?>> ¡Y mi subconsciente decide hacer su aparición! ¡Bravo!

<<Hey, no empieces. No es tan malo.>>

<<¡¿Que no es tan malo?! Podrías hacer a una niñita llorar con solo soplarle en la cara.>>

<<¡Por el amor de Dios! ¿Quieres callarte? No estoy de humor para tus idioteces.>> Mi subconsciente ríe, pero me hace caso y me deja en paz.

Vaya, cualquiera que pudiera leer mis pensamientos, diría que tengo problemas mentales.

— ¿Keyla? —Escucho una voz lejana llamándome— ¿Keyla?

— Lo siento, ¿qué pasa? —digo, sacudiendo la cabeza para despejar mis pensamientos ridículos y concentrarme en lo que sea que Cody esté diciendo.

— ¿Pensando en mi, Denninson? —fulmino a Zach con la mirada.

— Ni en tus mejores sueños, Michaels.

— Oh, créeme, preciosa: en mis mejores sueños hacemos más que solo pensar.

— Eres simplemente asqueroso.

— No tenemos nada —Cody nos interrumpe y mira hacia nosotros con impaciencia—. Tenemos cero provisiones. Nada. Nothing. Rien.

— ¡Vaya, el rubio habla francés! —Zach aplaude y niega divertido con la cabeza— ¡E inglés también! Eres una caja de sorpresas, niño —Cody suelta un suspiro de frustración y mira a Zach con tanto desprecio que incluso me dan ganas de pararme frente al niño bonito para evitar que Cody lo mate.

Náufragos [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora