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— Tomioka-San, ¡Corra! ¡Rengoku-San ya esta por llegar! — Exclamó la peli-rosada con su particular sonrisa.

Ya había pasado casi una hora desde que el rubio mando aquella carta, por lo tanto, su llegada era próxima.

— Enseguida voy, necesito tomar algo primero — La chica le miró confundida. Siguió con la mirada a su amigo omega, quien tomó su espada nichirin que estaba recargada en la pared, cerca del futon.

— Tomioka-San, No piensas llevar tu katana a la salida, ¿Cierto? —

— Un pilar nunca debe salir sin su espada nichirinto, Mitsuri— La de cabellera rosada abultó sus labios y frunció el ceño en desacuerdo. — No me mires así, es una regla que debemos seguir y lo sabes. No sabemos si Muzan o algún otro demonio nos atacará, podría pasar en cualquier momento. —

— Esta bien — Acepto resignada. No le agradaba la idea de que el pelinegro llevase su espada a la cita, arruinaría un poco la vestimenta. Pero que se lo podía hacer, él tenía razón, no pueden salir nunca sin su nichirin. 

— Tranquila, la ocultaré dentro de mi Yukata. — La chica soltó un suspiro antes de sonreír.

Giyuu comenzó a meter la espada dentro de sus ropajes, dejándola oculta entre estas. Ni siquiera se notaba que llevase un arma tan grande con él.

— Diviértete mucho, Tomioka-San. Recuerda que también mereces ser feliz sin importar qué. — Ambos nuevamente se dieron un abrazo, ese simple gesto comenzaba a ser usual entre ellos.

Unos suaves toques en la puerta de entrada se escucharon a lo lejos. Ambos se separaron del abrazo lentamente. La chica apartó unos cuantos mechones de la frente de Tomioka y acarició su mejilla. Acción que nuevamente le provocó un pequeño dolor en el corazón al oji-azul.

— Debe ser Rengoku-San, baja, debe estar esperando por ti. — El pelinegro asintió con los ojos cristalinos y caminó lentamente a la puerta de tatami de su habitación.

— De nuevo, muchas gracias. — Murmuró lo suficientemente alto para que la contraria lo escuche.

Ella le sonrió con cariño y asintió sintiendo como su corazón se oprimía. ¿El porqué? Ni ella lo sabe. Se siente triste con solo verlo irse con Rengoku. ¿No debería estar feliz?

— Mitsuri... Antes de irme, ¿puedo pedirte algo? — Ella asintió, saliendo de su ensoñación momentánea. Vio como los ojos azulados de su amigo miraban a varias direcciones antes de negar suavemente con la cabeza. — Olvídalo... Nos vemos luego, también deberías ir a tu finca, si Iguro te encuentra aquí estará muy enojado conmigo. — La muchacha asintió con confusión. Ahora tenía curiosidad del que era lo que su amigo quería pedirle.

Observó como el chico de piel pálida salió de su habitación, dejándola ahí sola. La peli-rosada soltó algo de aire a través de sus fosas nasales, no entendía sus sentimientos en estos momentos.

 La peli-rosada soltó algo de aire a través de sus fosas nasales, no entendía sus sentimientos en estos momentos

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Omega - Tomioka GiyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora