OLIMPO 11.-El decreto de Hades

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En el inframundo Elizabeth yacía en la cama de Hades, en vuelta en sabanas de seda eran tan suaves que parecía que estaba dormida en una nube, Elizabeth volteaba a todos lados no sabía dónde estaba ya que lo último que recordaba era ese callejón oscuro donde todo paso, sin embargo se encontraba en un cuarto rodeada de lujos, una cama inmensa con una cabecera con diseño peculiar bañada en oro, muros muy altos donde de ellos emanaba una luz inexplicable y justo enfrente de la cama había un balcón, donde el paisaje eran nubes oscuras y cielo azul marino pero lo que enmarcaba ese paisaje eran las estrellas que resaltaban con un brillo singular. Definitivamente Elizabeth no estaba en ese callejón no sabía que estaba pasando, de repente la puerta principal del cuarto se abrió de una manera donde el tiempo detenía el corazón de Elizabeth, donde Hades nuestro rey solo quería encontrarse con ella, un tiempo donde el corazón de Elizabeth se aceleraba más y más. Su mente recordó aquel hombre que la salvo, aquel hombre que yacio del suelo con un solo llamado, aquel hombre que le dio paz.

         -¿Quién eres tú?

          -Perséfone al fin te levantaste –Hades tomo delicadamente las manos de Elizabeth y le dijo- estas devuelta en el inframundo en tu reino ahora podremos gobernar juntos como antes, tu y yo...Perséfone.

         - ¿Quién es Perséfone? –lo dijo desconcertada-


Hades no podía creer lo que estaba pasando, era la viva imagen de su amada pero esta no lo recordaba...

           -Perséfone como puedes decir que no sabes quién soy yo, soy tu esposo Hades.

          - Es que no entiendo quién eres, yo no soy Perséfone me llamo Elizabeth y lo último que recuerdo es ese callejón – lo dijo encogiendo sus hombros recordando ese momento doloroso para ella-

          - Perse... Elizabeth no sé qué está pasando pero de ahora en adelante no hay por qué tener miedo, estoy aquí y no te dejare ir esta vez.


Elizabeth no sabía que estaba pasando todo era muy confuso pero aquellas palabras de Hades la tranquilizaron por alguna extraña razón, en ese momento Caronte entro al cuarto y trajo consigo aquellos hombres que habían marcado a Elizabeth.

         -¡Son ellos, son ellos! -lo dijo gritando y escondiéndose detrás de hades-

          -Tranquila, Perséfone esta vez no te harán daño te lo prometo.

          -¡Caronte! – En un tono intimidante – llévalos a mi despecho que en un momento iré con ellos.

          -Como usted ordene amo.

          -Tranquila Perséfone todo estará bien –le dio un beso en la frente y le dijo- aunque no me recuerdes por alguna extraña razón, hare que me recuerdes que todo regrese a la normalidad, aunque eso significa que ahora tendré que llamarte...Elizabeth.

Mientras que todos salían del cuarto, Elizabeth se encontraba temblando, sin soltar la mano de Hades y rebobinando los recuerdos que aún no podía deshacer de su mente, Hades la vio tan indefensa y temblorosa que se sentía impaciente para ir a castigar aquellos desalmados que le hicieron lo peor a su amada...

Por el pasillo pasos fuertes se escuchaban que poco a poco se acercaban al estudio donde se encontraba Caronte y los tres hombres que hirieron a Elizabeth, cada paso que daba Hades retumbaba como si tambores estuvieran cerca de ellos, cada paso que ellos escuchaban era una incertidumbre un temor un frio que recorría por todo su cuerpo, cuando hades entro al estudio con solo una mirada que este hizo, los hombres pudieron ver la furia que emanaba de Hades. Detrás de Hades llegaron tres mujeres, tres mujeres de la noche que aclamaban a su señor...

          -Amo llegamos lo más rápido que pudimos ante su orden yo y mis hermanas estaremos honradas en hacer cualquier cosa por usted.

          -Mis queridas Moiras las más leales he de decir. Tengo un nuevo trabajo para ustedes.

          - Si mi amo

          - Necesito justicia divina y no por mi si no por ustedes... quiero el peor de los castigos para ellos, quiero que sufran uno por uno.

Las Moiras se acercaron a los tres hombres pusieron sus manos en la frente de cada uno de ellos, el trabajo estaba por comenzar... los ojos de las Moiras cambiaron a un color negro, ráfagas de viento alrededor de ellas había, sus cabellos brillaban como el sol la luna y las estrellas, pudiendo ver el pasado el presente y el futuro de esos hombres desalmados y así poder decretar su castigo.

»Las Moiras

Am ram curei am ram curei, con el poder del pasado observare todo aquel acto de crueldad, mientras que yo Laquesis el futuro cambiare... por el poder de los cielos que me fue otorgado yo Morta con el filo de la noche decidiré si la muerte es un privilegio o un castigo para ustedes...

Am ram curei am ram curei, por el poder que tenemos y que nos han brindado la decisión está tomada, con estos hilos de la vida cuyo futuro tejen serán castigados... por el poder de las Moiras, por el daño que ocasionaron, por nuestro amo...serán castigados por toda la eternidad no podrán ver la luz nunca más y sus recuerdos nunca olvidaran ya que el dolor será aún más doloroso, por los cinco ríos vagaran, por cinco ríos encadenados estarán sin encontrar la paz solo gritos y lamentos de sus propios actos, este es el decreto de Hades...

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