XIX

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Arabella presenció el primer acto de maldad de Morgana. A su lado estaba Angor Rot, viendo impactado lo mismo que la bruja, entonces sus palabras resonaron en su mente.

—No se que te sorprendes.— le dijo Arabella, mientras escuchaban el discurso de Morgana.—Trata de disimular el espanto.

Al finalizar su discurso, con el cual se llevo la vida de varios soldados gunm gunm para fortalecerse, se marchó; detrás de ella fue Arabella y Angor Rot.

La gran hechicera hablaba con su campeón, sobre algo que Arabella no le prestaba atención. Miraba desde lo alto el caos que crecía en torno al resurgimiento de su madre. Era como observar toda su vida, siempre fue así, por donde pasaba la oscuridad brotaba, y solo podían relacionarla con ella.

—Debiste aceptar la armadura el día que te la ofrecí.— dijo Morgana trayéndola otra vez a la realidad.—Podria haber evitado eso.— señaló la gran cicatriz a un costado del vientre.

Y no fue lo único que me ofreciste, pensó al oírla. Recordar ese día, esa charla, era algo que aún le causaba escalofrios.

—No todo se soluciona así.— respondió disgustada ante la idea.—No me gusta cubrirme con el metal.

—Lo se, el oro y el rosa juntos no te gusta.— dijo ante un muy lejano recuerdo. —Tu y tus gustos un día serán tu perdición.— añadió dándole la espalda.

Se marchó al salón en donde estuvo encerrada por siglos, llevándose con ella la pesadumbre de su presencia.

Al sentirse sola, tomo aire, que entro tembloroso por sus pulmones. Tuvo que cubrirse la boca para evitar que el sollozo llegara a oídos de otros. Pero no pudo contenerse mas. Morgana, al menos esa parte, le daba terror. Esos ojos verdes notaron lo que la bruja haría, Arabella no podía evitar pensar que su madre lo sabia todo.

Debía actuar ahora.

Se obligo a dejar de llorar al notar como la energía del lugar crecía. Era imposible no ver eso, la magia dorada de Morgana flotaba e iba en busca de la fuente mayor.

Si algo las hacia iguales eran esas extravagantes formas de demostrar lo poderosas que eran.

—Llego mi hora.— pensó.—Viví bien.— concluyó, estirándose mientras caminaba al salon.

Formo un arco rosa y brillante con una sola flecha igual de mágica. Vio el arma brillar en sus manos, y por primera vez en su vida aborreció su magia.

—¡Oye mamá, te traigo malas noticias!— exclamó al entrar al salón.

Morgana, envuelta en su propio remolino de magia vio la flecha que amenazaba con terminar con su plan.

La bruja no perdió tiempo, y lazo la flecha. Arabella tenia una excelente puntería, era la envida de muchos arqueros. Su tiro era tan sutil, que no muchos podían evadir sus ataque. Hasta se llego a decir que muchas historias sobre arqueros conocidos nacieron gracias a ella. Era su mayor orgullo, nadie escapaba.

Pero Morgana no era como los demás, al menos esa versión. Hizo un sutil movimiento, y la flecha paso a un centímetro de su armadura, apenas rozando el dorado brillante, para dejar una pequeña línea.

Ambas estaba sorprendidas. Morgana logró esquivar algo que para muchos hubiese sido su fin, y Arabella la traicionó, algo que muy poco se atrevían.

Un lazo dorado, enlazó la cintura de la bruja, y la atrajo a la hechicera. Sus miradas se cruzaron disgustadas.

—Te dije que te hacia falta una armadura.— señaló Morgana torciendo la boca.

Ahora Arabella entendió que eso fue mas una amenaza que una sugerencia.

El destino de una bruja. [Tales Of Arcadia, Au. Douxie X Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora