XII

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 Casi todos se marcharon, Hisirdoux se quedó unos minutos más. Él la había perdonado, más bien perdono, consoló, y le prestó su hombro para llorar a la persona equivocada. 

 Se sentó en la cama, frente a ella, tan cerca que podía sentir su palpitar nervioso. Tenía mucha razones para estar así, todo lo sucedido en el bosque, el recuerdo de su fallida boda, y muchas tantas otras situaciones justificaban sus nervios. 

—Lo se, aún no me haz perdonado.— dijo antes que él pudiera decir algo.

—Ya no sé si sirva de algo tener encendida está esperanza.— reflexionó Hisirdoux tomando una de sus manos.—Creo que al final siempre tuviste razón, no sirve de nada querer hacer las pases contigo. 

 Le dió una leve sonrisa, se notaba que estaba cargada de pena, y un poco de humillación. Para ese momento, como en el primer día que de vieron, se quedó sin palabras, Hisirdoux lo hacía de nuevo. Nunca se callaba, o reflexionaba, pero él lograba lo que nadie más hacía. 

—Descansa.— dijo, y el dió un tierno beso en su frente. 

 Arabella cerro los ojos ante su tacto. Había olvidado la sensación que le causaba que Hisirdoux estuvieras tan cerca de ella, más en situaciones de consuelo. Ese breve momento le hizo olvidar lo que sintió en el bosque tiempo atrás, ahora era más doloroso que placentero. Hisirdoux se rindió con ella, y él era el último que aún se mantenía con la firmé creencia de que podía cambiar. 

 Solo se marchó, no hizo nada para detenerlo, sería en vano intentarlo, más porque si se quedaba no lo hacía por la razones correctas. 

 Pese a todo el malestar, esa noche, lo que aún quedaba, durmió muy profundo. Por fin su cuerpo y espíritu podían descansar en calma sin temor de borrase o perderse en algún recuerdo del pasado.

 En la mañana ignoro la alarma que sonaba enloquecida. No quería saber nada de nada. Por un momento solo quería hundirse en su colchón, tapada hasta la cabeza, y pensar en su pasado. Tenía pensado quedarse todo el día, y muchos más en su departamento, primero para sentirse miserable y segundo para buscar una solución a todo lo malo que se estaba avecinando. 

 Tras unas horas perdida en su celular, salio de la cama, y fue directamente a la ducha. Pero no quería estar bajo la lluvia, quería encontrarse bajo el agua, eso la ayudaba a reflexionar por más que odiara la idea. 

 Chasqueo los dedos, y una gran bañera blanca con patas doradas apareció frente suyo. La lleno de agua, se desprendió de todas las prendas, y se sumergió, derramando el cálido líquido cristalino por ambos lados, llegando a mojar la ropa tirada en el suelo. 

 Se perdía en sus pensamientos, cada tanto volvía al momento en que estuvo a punto de besar al mago en el bosque. Había olvidado lo que se sentía ser deseaba y que todo lo malo se disipará al menos por un momento. Una electrificante sensación escaló por su cuerpo haciendo que volviera al presente, su mente se iba, y la imaginación en ese momento no era su mejor amiga. 

 Un portazo la hizo brincar dentro del agua, era Zoe que entraba al cuarto de baño a los golpes. Aplaudio un par de veces y la bañera que contenía a la bruja desapareció, dejándola sentada en el suelo, desnuda e impactada. 

—¿Que ocurre contigo, maldita seas Zoe?— chillo espantada por el accionar de la otra bruja. 

—No ¿Qué pasa contigo? ¿Qué es eso de ignorar a todo el mundo?— preguntó exaltada, tirándole una toalla por la cabeza.—Hace desde esta mañana que quiero hablar contigo, y no respondes a los llamados. 

 Arabella se envolvió en la toalla, y salio del baño sin dirigirle la palabra. No estaba dispuesta a hablar de nada, era difícil de descifrar la razón.

El destino de una bruja. [Tales Of Arcadia, Au. Douxie X Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora