XVI

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Despertó al sentir que el peso de Hisirdoux se alejaba de su lado. Se quejó entre dientes, estirando los brazos para que el pelinegro volviera al lugar que dejo. Sonrió de satisfacción al sentir que la abrazaba, y en respuesta le lleno de besos.

No quería abrir los ojos, eso implicaba enfrentarse con un nuevo día, y no estaba bien dispuesta a enfrentarlo. Sin embargo, contra su voluntad, los abrió. Al menos una parte de lo que veía le agradaba.

-No te hacía tan cariñosa.- comentó entre besos el pelinegro.

-Si quieres no lo soy.- dijo Arabella deteniendo los besos.

-No, o sea me gusta cuando no lo eres, pero también me gustas así.- le aclaro, mientras sentía las manos de la rubia entre sus cabellos.-En realidad me gustan todas tus versiones, porque me gustas tu.

Esas palabras, ese cariño, esa calidez le hacían doler ¿Cómo llevaría a cabo su idea si era así de amada? Dio un leve suspiro y contuvo sus ganas de arruinar el momento. Prefirió no decirle nada, pese a que sentía lo mismo que él desde hace mucho tiempo.

Se quedaron un rato más en cama, aún faltaba unos minutos para ir a trabajar, pero Arabella no quería moverse. Por más que quisiera retenerlo a su lado, por todas las horas que estuvieron separados y lo mucho que tenía que hablar, lo soltó, no podía dejarlo quedarse así.

-¿No saldrás de la cama?- preguntó saliendo del baño envuelto en una toalla rosa.

-Me voy a tomar el día.- respondió sin poder quitarle los ojos de encima.

Le encantaba tenerlo para ella, en su departamento, usando sus toallas rosas, y su perfume de vainilla. También deseaba detener el tiempo, que pase mas lento, o al menos tener un poco mas.

-¿Hoy puedo ir a dormí a tu departamento?- preguntó alzando las cejas.-Es que a veces cuando estoy sola, y pienso mucho en ti es inevitable...

-Claro, entendí el mensaje.- respondió un tanto nervioso.

Se vistió con rapidez, y se detuvo a unos pasos de la salida, a pensar un poco en lo que le dijo Arabella minutos atrás.

-Solo bastaba con la pregunta.- le recalco antes de irse.-Adiós hermosa, descansa.

Arabella dió una risa, y se tiró sobre el colchón. Se quedó viendo el techo, hasta que los bigotes de White se interpusieron en su visión. Se volvió a sentar, para notar como su gata no le quitaba los ojos de encima.

-¿Me dieras que estás planeando?- preguntó un tanto preocupada.

-Mientras menos sepas mejor.

-Pero como te voy a proteger si no se lo que estás por hacer ¿Eres idiota o que?- dijo ahora enojada.

-Cuida tus palabras gatita, recuerda con quién hablas.- respondió igual de enojada Arabella.-Tu me sirves a mi, y no tengo ningúna obligación en contarte nada.

Aquello hizo enojar a la gata, odiaba que Arabella actuara de esa manera, tan cerrada, porque solo signicaba que lo que estuviera por hacer tendría un inevitable final.

No le gustaba no poder protegerla cuando hizo un juramento de veneno y sangre con un solo deber, ir tras ella y cuidarla de que no la matarán.

Nunca dejarla sola.

-Eres una egoísta Arabella de Pericles, siempre le digo al mundo que eres mejor que esto, y sin embargo es una maldita mentira.- vocifero la gata a punto de quebrar en lágrimas.-Por ti arriesgo mi pellejo, pero no puedo hacerlo si te comportas así.

Arabella la vio y guardó silencio, nunca se detenía a pensar en lo mal que le hacia a su familiar, pese a que su deber era seguirla sin dudarlo, pero muchas veces la situación se le iba de las manos y le afectaba a ambas, y en alguna ocasiones la gata no caía bien parada.

El destino de una bruja. [Tales Of Arcadia, Au. Douxie X Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora