Disclaimer: Los Vengadores no me pertencen, son de Marvel y de Disney, solo la historia y los personajes que no reconozcan son míos.
NOTA: Negritas en ruso y comillas conversaciones telefónicas.
Anastasya no podía respirar, estaba encerrada en una de las muchas celdas en el sótano de la estación. El resto de las chicas la veían con una mezcla de placer y lástima. Lo primero que había visto cuando abrió los ojos fue el cuerpo inerte de su madre; una vez que comprobó que respiraba se hizo un ovillo a su lado. Mantenía la esperanza de que Alexei estuviese vivo, de que Natasha tuviese razón y tuviera un as bajo la manga, un paracaídas o algo así.
—Tiene que estar bien—sollozó para sí misma—Tiene que estar vivo.
Su mente se aferraba a esa idea porque sabía que su madre estaba junto a ella; mientras pudiese sentir el corazón de Natasha latiendo sentía que podía salir de aquello. Todo el cuerpo le dolía, un ojo medio cerrado a causa de los golpes que le habían propinado.
—Todo está bien...—Kira repitió las palabras que Anastasya le había dicho anteriormente—Vamos a salir de aquí.
La joven extendió las manos hasta tomar las de la niña, pero Kira actuó antes que ella, abrazándola con fuerza. Anastasya no pudo aguantar más y soltó a llorar, desesperada. No podía hacer nada, atada a la pared con grandes cadenas que se sostenían de sus pies. Los brazos libres no le servían de mucho, una de sus muñecas estaba destrozada y la otra se había inflamado.
—Vendrá tu mamá por ti, Anastasya—prometía Kira—Las mamás siempre nos salvan.
Anastasya negó con la cabeza, viendo a Natasha que se removía lentamente en el suelo. También ella estaba atada, pero de manos y pies. El corazón de la joven se encogió al ver a la letal Viuda Negra de esa manera, reducida a nada.
—Mi madre no puede hacer nada, Kira—dijo entre sollozos—Yo la traje a este lugar, si se muere será mi culpa.
Kira abrió mucho los ojos al ver a la mujer que estaba a su lado. Cuando los soldadores de Petrovich la llevaron a ese lugar, ninguna de ellas pudo reconocerla. No tenía nada que ver con la Viuda Negra que veían en las televisiones de sus miserables casas, soñando a ser ella o a que las rescatara de la pobreza en la que vivían.
—¿Es tu mamita?—preguntó la niña con los ojos llenos de lágrimas—¿Vino a salvarte?
Las palabras de Kira solo lograron que Anastasya comenzara a llorar aún más fuerte. ¿Cómo podía haber pensado que aquello era una buena idea? Su madre estaba en ese maldito problema por su culpa, solo debía tener un poco de paciencia y esperar a los Vengadores. Apretó los puntos, las lágrimas cayendo por sus mejillas mientras se arrepentía de no haberse ido con sus amigas.
—Lo siento, lo siento tanto—como pudo, Anastasya se dejó caer junto al cuerpo de su madre—En verdad lo siento mucho, mamá. No debí haber sido tan tonta...Alexei se ha ido, por mi culpa.
Natasha se movió un poco, pero volvió a cerrar los ojos. Con horror, Anastasya comprobó que su madre tenía fiebre. Se apresuró a revisarla, tratando de encontrar heridas, no sabía cuanto tiempo tardaría en irse el efecto de la inyección que Alexei le había puesto para retrasar al parto. Se forzó a dejar de llorar, sabiendo que podía encontrar algo más útil para hacer.
—Kira—dijo recomponiéndose—Necesito que me ayudes...—se levantó para ver a todas las niñas—Si quieren salir de aquí necesito que me ayuden todas.
—¿Por qué lo haríamos?—espetó una adolescente, de 15 o 17 años.
Anastasya suspiró, viéndose a si misma en esa chica. Así era cuando llegó con sus padres, rebelde, dispuesta a pelear con uñas y dientes. ¿Qué quedaba de eso ahora? La chica estaba completamente destruida, vacía, sin motivos para seguir adelante. La caída de Alexei se repetía en su mente una y otra vez; lo único que la hacía echar a andar el piloto automático era su madre frente a ella.
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La Chica de los Ojos Sin Miedo || BUCKYNAT.
Ficción GeneralSegunda parte de Anastasya. ¿Serán capaces la Viuda Negra y el Soldado del Invierno de lograr liberar a su hija, a quien les costó una vida entera recuperar, de las garras de la Nueva Sala Roja que sigue operando con más fuerza que nunca, apoyada p...